“La teoría del valor que he presentado suele ser inadecuadamente calificada de teoría en esencia «hedonística» o «utilitaria» (…)”
Y como respuesta a dichas críticas, realizaba a continuación varias manifestaciones. Una de ellas era la siguiente (pág. 314, la cursiva está en el original):
“Yo abjuro de cualquier clase de adhesión a los principios hedonistas y en la presentación de mi teoría del valor deseo evitar cualquier manifestación que pueda ser interpretada como expresión de una adhesión de esta clase”
Pero esta afirmación de Böhm-Bawerk no se quedaba en una declaración de intensiones, sino que explicaba la causa de no confundir egoísmo con liberalismo (pág. 318, la cursiva está en el original):
“Para el economista y para la teoría económica del valor de los bienes es absolutamente indiferente el que la gente ame y odie, busque o trate de eludir, y el que con más o menos intensidad traten de conseguir o escapar de algo. Lo que importa no es el placer o el sufrimiento o si hay además otras cosas que merece la pena desear u odiar. Lo único que importa es que la gente ama y odia algo, que buscan con más o menos intensidad conseguir o evitar algo para lo que su economía está dotada de medios y que sus «opiniones doradas», sobre cual de los objetivos son más o menos estimables, transmiten su color a los medios económicos para lograrlos”
No debemos deducir del párrafo anterior que el economista deba comportarse como un ser desalmado, sino que existe una ley que rige la teoría del valor y esto es lo que ha de importarle en su particular estudio. Pensar lo contrario sería como afirmar que un físico es un malvado ya que al expresar la teoría de la gravedad no considera que ésta sea la responsable de las innumerables muertes de seres humanos por caídas desde grandes alturas. Como afirmaba en la anterior entrada, las aplicaciones de una determinada ley económica corresponde a la moral o a la ética, pero la ley es la que es.
Para clarificar un poco más lo anterior, tomemos una de las lecturas que se han leído este domingo durante la misa (Primer libro de los Reyes 17, 10-16):
“En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.» Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.» Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: "La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra."» Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.”
La teoría del valor que defiende la Escuela Austriaca se apoya por una parte en una ordenación de las necesidades que hace cada individuo. Utilizando el tipo de gráfico que ya utilizó Carl Menger y también Böhm-Bawerk, podemos representar la ordenación de las necesidades de la viuda en relación con el puñado de harina que tenía (los números indicados no tratan de medir el grado de necesidad, sino sólo representan la ordenación de las mismas, siendo las de más alto número, las más importantes):
Después de la petición de Elías, la ordenación de sus necesidades fue la siguiente:
Este cambio de ordenación tendría una importancia fundamental en el caso de la formación del precio, pero la ley que se aplica es la misma. Es la moral de la viuda la que decide cómo ordenar sus necesidades. Y este cambio, hecho libremente por parte de la viuda, es lo que premia Dios. No existe aquí ninguna organización que obligue a esta mujer a cambiar su escala de necesidades. Y esto es lo mismo que predica hoy en día la Iglesia. La caridad es voluntaria y no puede imponerse por la fuerza. Si esto no fuera cierto, la Iglesia obligaría a sus miembros a dar una parte de sus bienes. Por supuesto, cuando mayor se viva la fe, mayor necesidad tendrá un católico de compartir sus bienes. Pero esto es una decisión libre y personal. El mundo sería mucho más justo si todo el mundo compartiera, pero esto no puede ser impuesto desde el exterior. Tal como decía Santo Tomás (ST, I-II, Q. 96, a.2):
“Ahora bien, la ley humana está hecha para la masa, en la que la mayor parte son hombres imperfectos en la virtud. Y por eso la ley no prohíbe todos aquellos vicios de los que se abstienen los virtuosos, sino sólo los más graves, aquellos de los que pueden abstenerse la mayoría y que, sobre todo, hacen daño a los demás, sin cuya prohibición la sociedad humana no podría subsistir, tales como el homicidio, el robo y cosas semejantes”
2 comentarios:
Me parece muy acertado lo que expresas,es bastante común juzgar las intenciones,y,etiquetar de inmoral lo que es simple cuestión de supervivencia y elección.Parece que la facultad de elegir,derecho inalineable se supedita a que la sociedad me prorcione todo,a lo que tengo derecho,tendiendo al pesebre desde tierna edad.Lamentablemente en la Iglesia católica siguen los tics regalistas-estatalistas, todavía en el Libro de la Oración de los fieles se usan términos como súbdito,poder económico,etc. lejos de una optica de libertad.
Estimado Anónimo, antes de nada, gracias por comentar. El relación a los tics regalistas-estatistas que dices que tiene la Iglesia no coincido con tu opinión. Sería tema para una entrada, así que voy a intentar ser concreto.
No hay incompatibilidad entre esos términos que pueden ser usados y la libertad. El evitarlos solamente sería un signo de llevar a la Misa lo políticamente correcto. Te pongo un ejemplo muy claro para que lo veas. Algunas veces, durante la liturgia se realiza la postración, que para quien no lo sepa, consiste en tenderse boca abajo permaneciendo así durante un tiempo. Algunos dirían que esto es algo humillante para un ser humano, pero para un cristiano es un símbolo hermoso, pues representa la humildad, la penitencia y la súplica ante Dios. Esto no quita un ápice de dignidad a la persona que lo hace, sino todo al contrario. Es la perfecta representación con nuestro cuerpo de la bienaventuranza que dice que son dichosos los pobres en el espíritu, es decir aquellos que se abandonan completamente a Dios por que saben que Él cuida de cada uno de nosotros. Evidentemente, esto es un acto de fe, y solo mediante ella puede ser entendido en profundidad.
Comentarte también que la Iglesia no se identifica con ninguna institución política humana. Ha vivido bajo imperios, monarquías, dictaduras y democracias. La estructura de la Iglesia la definió el mismo Jesús, cuando le dijo a Pedro, “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt 16, 18-19) y a los Apóstoles, “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28, 18-20). No podemos decir ahora que esta estructura no es democrática. Es un dogma, si no es aceptado no se puede ser realmente católico. Esto tiene que ver con el carácter del Magisterio de la Iglesia, que pretendo exponer en una próxima entrada para poder continuar viendo la compatibilidad entre el Liberalismo (austriaco) y dicho Magisterio.
Por último, no debemos perder de vista que palabras como ciudadano, que dimanan del concepto de democracia, no nos hacen más libre por el solo hecho de nombrarlas. La misma democracia es un medio para un fin que es la libertad. Y la verdadera libertad se consigue cuando tendemos a nuestro fin último que es la felicidad.
Bueno, al final creo que me he extendido demasiado. Si quieres, identifícate la próxima vez y así podremos seguir con el debate sin confundirte con otro anónimo. Un fuerte saludo.
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