"No existe ninguna otra institución estable e inteligente que haya meditado sobre el sentido de la vida durante dos mil años. Su experiencia abarca casi todas las experiencias, y en particular casi todos los errores. El resultado es un plano en el que están claramente señalados los callejones sin salida y los caminos equivocados, esos caminos que el mejor testimonio posible ha demostrado que no valen la pena, el testimonio de aquellos que los han recorrido antes" - Gilbert Keith Chesterton
Recuerdo pensar cuando estaba leyendo "Camino de Servidumbre" que las ideas allí expuestas se ajustaban bastante bien a mis creencias católicas. Aunque no creo que eso fuera nada extraño ya siempre he sido bastante ortodoxo. Para que se hagan una idea, con trece años, estando en octavo de EGB, realicé para una asignatura de clase un trabajo sobre la antigua URSS donde criticaba su sistema político. Vamos, que era todo un “Vicentito Fenelón”. Es una pena que no conserve aquel trabajo. Hubiera sido interesante analizar la prehistoria de mi pensamiento.
A medida que profundizaba en el estudio de la Escuela Austriaca de Economía, ocurrió lo inevitable. Sentí la necesidad de encajar todas aquellas nuevas ideas en el lugar correspondiente del puzzle inacabado de mi pensamiento. Nunca me ha gustado dejar los conocimientos inconexos. Desde entonces, el reto ha sido ir confirmando mi idea inicial, que indicaba que el liberalismo defendido por la Escuela Austriaca es compatible con el Magisterio de la Iglesia, y más en concreto con su Doctrina Social. Hasta ahora no he encontrado ninguna contradicción irresoluble, pero claro, estoy comenzando el viaje.
La inevitable pregunta que surge es qué tiene que ver la Economía con el Magisterio de la Iglesia. Sin embargo, antes de contestarla hemos de definir que se entiende por Economía, concretar su metodología y clarificar como se define el Magisterio de la Iglesia.
En relación a la metodología de la Economía tenemos en primer lugar la postura historicista que fue defendida por la Escuela Histórica Alemana. Ésta partía de la idea de que no existen leyes económicas universales y que lo único que podemos hacer es acumular datos y estadísticas para aplicar políticas económicas en cada caso concreto.
En segundo lugar, nos encontramos con el positivismo, que pretender aplicar el método de las ciencias naturales tales como la Física. Además, como complemento se utiliza la formulación matemática para definir las leyes económicas.
Por último, podemos mencionar al empirismo, que afirma que sólo es posible utilizar métodos inductivos para las construcciones teóricas y que niega la posibilidad del pensamiento a priori.
La Escuela Austriaca de Economía se opone a los tres planteamientos metodológicos anteriores. Afirma que es posible obtener leyes económicas generales aplicando métodos deductivos y sin la utilización de modelos matemáticos. Además, Mises define la Economía como una rama de una ciencia que la engloba, la Praxeología.
La Praxeología estudia la acción humana y afirma la existencia de leyes inmutables dentro de ese ámbito. Para ello, centra su estudio en el individuo ante la evidencia que éste actúa persiguiendo unos fines, decantándose por lo tanto por un individualismo metodológico y por el subjetivismo, entendido éste último como una consecuencia de la toma de decisiones por parte de cada individuo. Además, la Praxeología formula las leyes de una forma apriorística, no pudiendo ser éstas validadas o falsadas por medios empíricos, sino solamente mediante el razonamiento deductivo. Por ultimo, a la Praxeología no le interesan los fines últimos de las acciones humanas, limitándose a definir postulados válidos con independencia de sus fines.
Sin perder de vista que la praxeología engloba a la Economía, ya que esta última estudia la acción humana en el ámbito del mercado, considerado éste como el lugar donde se producen los intercambios, podemos acudir a un párrafo de “Principios de Economía Política” de Menger para definir la Economía (págs. 149-150):
“Cuando, respecto de un determinado período de tiempo, advierten los hombres que se produce esta circunstancia, es decir, que la necesidad de un bien es mayor que la cantidad disponible, comprenden también al mismo tiempo que no puede disminuirse una parte importante de las cualidades útiles de la cantidad disponible, o no puede ser sustraída a la disposición de los hombres, sin que quede insatisfecha una concreta necesidad humana que hasta ahora había sido cubierta, o que quede satisfecha menos perfectamente que si no se diera tal caso.
La más inmediata consecuencia que se deriva de este conocimiento en orden a la actividad humana tendente a la más perfecta satisfacción posible de sus necesidades es que los hombres se esfuerzan por:
1. Mantener aquella cantidad parcial de los bienes de que disponen en la relación cuantitativa anteriormente existente.
2. Conservar las propiedades útiles de dichos bienes.
Otra de las consecuencias derivadas del conocimiento de la mencionada relación entre necesidad y cantidad disponible es que, por un lado, los hombres adquieren conciencia de que, sean cuales fueren las circunstancias, una parte de las necesidades de los bienes de que hablamos queda insatisfecha y, por el otro, que toda utilización inadecuada de cantidades parciales de estos bienes tiene como consecuencia inevitable que también quedará insatisfecha una parte de aquellas necesidades que podrían haber sido cubiertas con una utilización racional de la masa total de bienes disponibles.
Así pues, respecto de la relación cuantitativa de los bienes, los hombres pretenden con su actividad previsora, encaminada a la satisfacción de sus necesidades, los siguientes fines:
3. Hacer una elección entre las necesidades más importantes, que satisfacen con las cantidades de bienes de que disponen, y aquellas otras que tienen que resignarse a dejar insatisfechas.
4. Alcanzar con una cantidad parcial dada dentro de la relación cuantitativa de bienes, y mediante un empleo racional, el mayor éxito posible, o bien, un éxito determinado con la menor cantidad posible. Dicho con otras palabras, utilizar las cantidades de bienes de consumo directo y sobre todo las cantidades de medios de producción de que disponen de una manera objetiva y racional, para satisfacer sus necesidades del mejor modo posible.
A la actividad humana encaminada a la consecución de los mencionados fines la denominamos, considerada en su conjunto, economía. A los bienes que se hallan en la relación cuantitativa antes descrita, y que constituyen su objeto exclusivo, los llamamos bienes económicos, en contraposición a aquellos otros de los que los hombres no tienen ninguna necesidad para su actividad económica (…)”
Nos queda ahora definir el concepto de Magisterio de la Iglesia. Para ello acudamos a la Constitución dogmática Dei Verbum (10):
“La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depósito todo el pueblo santo, unido con sus pastores en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, persevera constantemente en la fracción del pan y en la oración (cf. Act., 8,42), de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión de la fe recibida.
Pero el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.
Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.”
Es decir, para un católico, el Magisterio, junto con la Tradición y la Sagrada Escritura, constituye la guía necesaria y obligada para la consecución de su fin último, la salvación, que al fin y al cabo es la consecución de la felicidad, que comienza a ser experimentada en el presente y llega a su culmen en la Eternidad.
Estamos ahora en condiciones de poder evidenciar la relación entre Economía y Magisterio de la Iglesia. Tanto una como otra tratan de la acción humana. La primera, de las acciones realizadas para el manejo de los bienes económicos y la segunda de las acciones a tomar para la consecución de la salvación, de la felicidad. Como católico, mi fin último es la búsqueda de la felicidad, de la salvación, pero un católico que viven en este mundo y ha de lidiar con la escasez y la necesidad. A dicho de otro forma, tengo que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (Mt 22, 15-21)
Recuerdo pensar cuando estaba leyendo "Camino de Servidumbre" que las ideas allí expuestas se ajustaban bastante bien a mis creencias católicas. Aunque no creo que eso fuera nada extraño ya siempre he sido bastante ortodoxo. Para que se hagan una idea, con trece años, estando en octavo de EGB, realicé para una asignatura de clase un trabajo sobre la antigua URSS donde criticaba su sistema político. Vamos, que era todo un “Vicentito Fenelón”. Es una pena que no conserve aquel trabajo. Hubiera sido interesante analizar la prehistoria de mi pensamiento.
A medida que profundizaba en el estudio de la Escuela Austriaca de Economía, ocurrió lo inevitable. Sentí la necesidad de encajar todas aquellas nuevas ideas en el lugar correspondiente del puzzle inacabado de mi pensamiento. Nunca me ha gustado dejar los conocimientos inconexos. Desde entonces, el reto ha sido ir confirmando mi idea inicial, que indicaba que el liberalismo defendido por la Escuela Austriaca es compatible con el Magisterio de la Iglesia, y más en concreto con su Doctrina Social. Hasta ahora no he encontrado ninguna contradicción irresoluble, pero claro, estoy comenzando el viaje.
La inevitable pregunta que surge es qué tiene que ver la Economía con el Magisterio de la Iglesia. Sin embargo, antes de contestarla hemos de definir que se entiende por Economía, concretar su metodología y clarificar como se define el Magisterio de la Iglesia.
En relación a la metodología de la Economía tenemos en primer lugar la postura historicista que fue defendida por la Escuela Histórica Alemana. Ésta partía de la idea de que no existen leyes económicas universales y que lo único que podemos hacer es acumular datos y estadísticas para aplicar políticas económicas en cada caso concreto.
En segundo lugar, nos encontramos con el positivismo, que pretender aplicar el método de las ciencias naturales tales como la Física. Además, como complemento se utiliza la formulación matemática para definir las leyes económicas.
Por último, podemos mencionar al empirismo, que afirma que sólo es posible utilizar métodos inductivos para las construcciones teóricas y que niega la posibilidad del pensamiento a priori.
La Escuela Austriaca de Economía se opone a los tres planteamientos metodológicos anteriores. Afirma que es posible obtener leyes económicas generales aplicando métodos deductivos y sin la utilización de modelos matemáticos. Además, Mises define la Economía como una rama de una ciencia que la engloba, la Praxeología.
La Praxeología estudia la acción humana y afirma la existencia de leyes inmutables dentro de ese ámbito. Para ello, centra su estudio en el individuo ante la evidencia que éste actúa persiguiendo unos fines, decantándose por lo tanto por un individualismo metodológico y por el subjetivismo, entendido éste último como una consecuencia de la toma de decisiones por parte de cada individuo. Además, la Praxeología formula las leyes de una forma apriorística, no pudiendo ser éstas validadas o falsadas por medios empíricos, sino solamente mediante el razonamiento deductivo. Por ultimo, a la Praxeología no le interesan los fines últimos de las acciones humanas, limitándose a definir postulados válidos con independencia de sus fines.
Sin perder de vista que la praxeología engloba a la Economía, ya que esta última estudia la acción humana en el ámbito del mercado, considerado éste como el lugar donde se producen los intercambios, podemos acudir a un párrafo de “Principios de Economía Política” de Menger para definir la Economía (págs. 149-150):
“Cuando, respecto de un determinado período de tiempo, advierten los hombres que se produce esta circunstancia, es decir, que la necesidad de un bien es mayor que la cantidad disponible, comprenden también al mismo tiempo que no puede disminuirse una parte importante de las cualidades útiles de la cantidad disponible, o no puede ser sustraída a la disposición de los hombres, sin que quede insatisfecha una concreta necesidad humana que hasta ahora había sido cubierta, o que quede satisfecha menos perfectamente que si no se diera tal caso.
La más inmediata consecuencia que se deriva de este conocimiento en orden a la actividad humana tendente a la más perfecta satisfacción posible de sus necesidades es que los hombres se esfuerzan por:
1. Mantener aquella cantidad parcial de los bienes de que disponen en la relación cuantitativa anteriormente existente.
2. Conservar las propiedades útiles de dichos bienes.
Otra de las consecuencias derivadas del conocimiento de la mencionada relación entre necesidad y cantidad disponible es que, por un lado, los hombres adquieren conciencia de que, sean cuales fueren las circunstancias, una parte de las necesidades de los bienes de que hablamos queda insatisfecha y, por el otro, que toda utilización inadecuada de cantidades parciales de estos bienes tiene como consecuencia inevitable que también quedará insatisfecha una parte de aquellas necesidades que podrían haber sido cubiertas con una utilización racional de la masa total de bienes disponibles.
Así pues, respecto de la relación cuantitativa de los bienes, los hombres pretenden con su actividad previsora, encaminada a la satisfacción de sus necesidades, los siguientes fines:
3. Hacer una elección entre las necesidades más importantes, que satisfacen con las cantidades de bienes de que disponen, y aquellas otras que tienen que resignarse a dejar insatisfechas.
4. Alcanzar con una cantidad parcial dada dentro de la relación cuantitativa de bienes, y mediante un empleo racional, el mayor éxito posible, o bien, un éxito determinado con la menor cantidad posible. Dicho con otras palabras, utilizar las cantidades de bienes de consumo directo y sobre todo las cantidades de medios de producción de que disponen de una manera objetiva y racional, para satisfacer sus necesidades del mejor modo posible.
A la actividad humana encaminada a la consecución de los mencionados fines la denominamos, considerada en su conjunto, economía. A los bienes que se hallan en la relación cuantitativa antes descrita, y que constituyen su objeto exclusivo, los llamamos bienes económicos, en contraposición a aquellos otros de los que los hombres no tienen ninguna necesidad para su actividad económica (…)”
Nos queda ahora definir el concepto de Magisterio de la Iglesia. Para ello acudamos a la Constitución dogmática Dei Verbum (10):
“La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depósito todo el pueblo santo, unido con sus pastores en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, persevera constantemente en la fracción del pan y en la oración (cf. Act., 8,42), de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión de la fe recibida.
Pero el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.
Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.”
Es decir, para un católico, el Magisterio, junto con la Tradición y la Sagrada Escritura, constituye la guía necesaria y obligada para la consecución de su fin último, la salvación, que al fin y al cabo es la consecución de la felicidad, que comienza a ser experimentada en el presente y llega a su culmen en la Eternidad.
Estamos ahora en condiciones de poder evidenciar la relación entre Economía y Magisterio de la Iglesia. Tanto una como otra tratan de la acción humana. La primera, de las acciones realizadas para el manejo de los bienes económicos y la segunda de las acciones a tomar para la consecución de la salvación, de la felicidad. Como católico, mi fin último es la búsqueda de la felicidad, de la salvación, pero un católico que viven en este mundo y ha de lidiar con la escasez y la necesidad. A dicho de otro forma, tengo que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (Mt 22, 15-21)
Por lo tanto, ya que una determinada acción en el mercado puede tomarse de una forma u otra, el Magisterio de la Iglesia nos servirá para evaluar moralmente las opciones posibles. De esta forma, no se trata de afirmar que los principios económicos se derivan del Magisterio de la Iglesia, ni de elevar dichos principios a elementos rectores del Magisterio. Se trata de afirmar que dichos principios son compatibles con dicho Magisterio y, teniendo en cuenta el planteamiento expresado, también complementarios.
4 comentarios:
Existiendo leyes económicas,la DSI os ofrece la visión de la mejor opción moralmente. Con ambos datos en la mano, deberemos decidir. Por ello te animo a continuar estudiando ambas, la única manera de manejarnos con rectitud y sabiduría.
Muy buena entrada.
Efectivamente es así. Por eso la Iglesia -con buen criterio- no patrocina partidos confesionales anque no falten socialistas que pretenden identificar socialismo con cristianismo ni, en menor medida, militantes de otras tendencias políticas que quieren identificar su propia opción con el cristianismo.
Saludos.
Muy interesante la entrada. Personalmente también estoy al inicio de un viaje paralelo: Cómo la visión cristiana de la realidad y el liberalismo tienen muchos puntos en común. Pero lo que me ocupa es más el ámbito político que el económico.
Es necesario retraerse primero a la Teoría del Conocimiento y a la Epistemología. Mi conclusión ( y de manera muy general) es que la visión cristiana de la realidad, y del hombre es la que (como indica Chesterton) se acerca más a la realidad. Siendo imperfectos además el racionalismo limitado y gradual de Popper sólo nos permite hacer aproximaciones cada vez más certeras sobre la realidad. La cuestión es que el pensamiento liberal y humanista comparte esa visión frente a los innumerables partidarios de Rousseau, Marx, etc que aún sin saberlo defienden una visión del ser humano falsa. Es por esa razón gnoseológica que liberales y cristianos (englobando a los conservadores) deben jugar en el mismo equipo, sino, entre exmarxistas postmodernos y musulmanes esto se vendrá abajo.
Buff me fui por los cerros de Ubeda, solo decirte que el futuro pasa por tu empeño, según mi humilde opinión , o estamos joíos.
Saludos y ánimo.
FGO.
Efectivamente, Rojobilbao. Creo que el camino está en profundizar en ambas materias. Muchos problemas surgen de un desconocimiento de los temas. El proceso es largo, dificultoso y hay que ser cuidadosos a la hora de compaginar ambos conocimientos. Sin embargo, es muy apasionante.
Francisco, yo tampoco acabo de ver claro el tema de los partidos confesionales. Posiblemente lo mejor es integrarnos en una sociedad plural sin perder de vista nuestras creencias e intentando testimoniar las mismas.
FGO, por si acaso no lo conoces te indico un enlace a un interesante curso sobre Doctrina Política Católica. Aparte de esta introducción son cinco módulos más.
La Gnoseología, la Epistemología, e incluso la Filosofía de la Ciencia son puntos de partidas para poder construir todo el edificio del correspondiente conocimiento. No se puede avanzar si antes no estamos seguros de por donde avanzamos. El problema es que estos temas no se tratan en las carreras técnicas, como Economía o Física. Recuerdo una discusión en la universidad relacionada con las leyes de Newton y como el profesor me dijo que me dejara de filosofía y que me centrara en lo importante. Es una pena. Al final terminas con un conglomerado de conocimientos apenas hilvanados entre si, que no te dejan ir más allá de las formulas o ecuaciones.
Gracias a todos por comentar. Un saludo.
Publicar un comentario