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domingo, 20 de diciembre de 2015

Directivos con sueldos millonarios. ¿Por qué no repartirlos entre los demás trabajadores?

Me entretuve ayer en Twitter en un intercambio de opiniones sobre la propuesta del partido político Recortes Cero acerca del importe de los salarios:


He puesto el video anterior pues el tuit de Recortes Cero que mencioné ha sido borrado. En él se escribía que había que bajar el sueldo a un directivo que cobrase 214 000 euros mensuales y dejarlo en 10 000 euros y que con el ahorro de 204 000 euros se podía conseguir 13 500 millones de euros para subir el sueldo al resto de trabajadores (no tengo ni idea de los cálculos que se han realizado para obtener esos resultados).

¿Qué les hace pensar a los miembros de ese partido que, haciendo esa bajada obligatoria de sueldo, esos 13 500 millones de euros seguirían existiendo?

El error del planteamiento de esta medida tiene su origen en un desconocimiento de la fijación de los precios, en este caso aplicado al salario, que no deja de ser el precio del trabajo ofertado por el trabajador. ¿Por qué ese directivo esta siendo remunerado con 214 000 euros mensuales? En primer lugar, porque la empresa puede, y puede porque está obteniendo recursos suficientes para pagarlo. Y en segundo lugar, porque ha valorado el precio de ese directivo en esa cantidad. De la misma manera, ha valorado en 1 000 euros mensuales el sueldo de un operario de la empresa.

¿Cómo se han obtenido estos salarios? Hagamos el esfuerzo de imaginar un mercado libre donde todos los precios se fijan en función de la oferta y la demanda. Sea una empresa que vende un producto que le permite obtener ingentes beneficios. Ese producto se desarrolló en base a la idea de un directivo que está siendo remunerado actualmente con 214 000 euros mensuales. El resto de los 100 trabadores de la empresa cobran 1 000 euros mensuales.

Supongamos ahora que los accionistas de la empresa aplican entusiastamente la idea que propone  Recorte Cero, fijando el salario del directivo en 10 000 euros mensuales. De esta forma, nos quedarían 204 000 euros para repartir entre el resto de los trabajadores, con lo que su sueldo quería en 3 040 euros mensuales.

¿Cuál seria la reacción del directivo? No cabe duda que sería muy difícil que aceptara esa reducción tan elevada de su sueldo, por lo que intentaría buscar otra empresa que le ofreciera el salario que cree adecuado.

Supongamos que otra empresa está deseosa de obtener también esos ingentes beneficios que obtiene la primera empresa. Ya que ese beneficio tuvo origen en la idea de ese directivo, estaría dispuesta a ofrecerle un salario mejor que el que actualmente está recibiendo y para evitar que otra empresa haga lo mismo, le ofrece al directivo un salario de 220 000 euros mensuales, salario que el directivo acepta pues supone una mejora en su antiguo sueldo y por supuesto de su sueldo actual.

Y he aquí que la empresa que aplicó la propuesta de Recortes Cero se queda sin el directivo que gestó la idea que le proporciona ingentes beneficios. Además, le surge la competencia de otra empresa que presenta en el mercado un producto innovador, producto de otra genial idea de ese directivo recien contratado. De esta forma, nuestra empresa inicial comienza a experimentar una bajada de sus ventas cada vez más acusada, viéndose obligada a bajar el salario de sus 100 trabajadores a 800 euros mensuales para evitar cerrar y no tener que despedir a ninguno. Esa medida no hará más que empeorar las cosas, pues la empresa competidora ve la ocasión de contratar a esos trabajadores especializados que le harán incrementar aun más sus beneficios. Por eso empieza a ofrecer a los trabajadores un salario de 1 500 euros, por lo que una gran parte de ellos dejan a la primera empresa.

El resto de la historia es fácilmente imaginable. La primera empresa que aplicó las medidas de Recorte Cero se ve privada ahora de sus mejores operarios, de la misma forma que se vio privada de su directivo. Su fin está próximo. ¿Se entiende ahora como es posible que esos 13 500 millones de euros que menciona Recorte Cero dejarían de existir?

¿Economía-ficción? ¿Recuerdan a un hombre llamado Steve Jobs?

domingo, 15 de mayo de 2011

¿Todo empresario que ha querido despedir, ha despedido? (debate entre María Blanco y Luis Solana)

El pasado jueves, hubo un interesante debate, organizado por Periodista Digital, entre la economista María Blanco y el político socialista Luis Solana. En un momento del debate, Luis solana afirmó que la rigidez del mercado de trabajo no era ya un problema para las empresas. Sin embargo, María Blanco le contestó que muchas empresas se veían abocadas al cierre al no poder dimensionar adecuadamente su plantilla. Veamos el momento de este intercambio de opiniones:



Por mi parte, y no soy el único, considero que María Blanco tiene toda la razón. No entiendo como una persona con la formación y experiencia de Luis Solana puede afirmar que no hay "ni un empresario" que tenga un trabajador contratado forzadamente al no poderlo despedir. Pero como esto no sería más que otra opinión, hagamos unos cálculos para demostrarlo. Intentaré poner un ejemplo que pueda considerarse un caso típico de una microempresa.

Sea una empresa de 2 trabajadores y su titular (autónomo) con una facturación bruta anual de 90.000 euros. Supongamos que estos dos trabajadores cobran un sueldo bruto anual de 15.000 euros y que el propietario de la empresa cobra un sueldo bruto anual de 21.600 euros. Supongamos además que ambos trabajadores tienen una antigüedad en la empresa de 15 años.

Los costes laborales anuales de esta empresa (incluyendo al titular) serían de 63.570 euros. Supongamos unos costes fijos de 18.000 euros y unos impuestos a pagar por el titular de 5.000 euros. Además, la empresa realiza inversiones necesarias por valor de 1.500 euros anuales. Esto llevaría a que la empresa podría acumular anualmente unas reservas de 1.930 euros.

Para simplificar los cálculos supongamos que la facturación, los costes salariales, los costes fijos, los impuestos y la inversión se mantienen fijos a lo largo de los 15 años (considérese que estas cantidades constituyen una media de estos años).

Al comienzo de la crisis, la empresa baja su facturación un 20%, siendo ésta por tanto de 72.000 euros, reduce los costes fijos un 10%, deja de invertir y no paga impuestos ya que tiene pérdidas. Supongamos además que ha acumulado las reservas de todos los años, disponiendo por tanto de un importe de 28.950 euros.

El primer año de la crisis, el titular aguanta para ver si la situación cambia y utiliza parte de las reservas para compensar las pérdidas. Así, estas reservas se reducen a 21.180 euros al final del primer año, pues la empresa ha perdido 7.770 euros. Suponiendo que no varíen las circunstancias, la empresa podría aguantar dos años más manteniendo estas pérdidas, pero al final de estos tres años de crisis, las reservas habrán disminuido a 5.640 euros y tendría que cerrar.

La otra opción que le quedaba al titular de la empresa era disminuir los costes laborales. Sin embargo, no puede pactar una disminución de los sueldos de los trabajadores al no dejarle el convenio colectivo, ni evidentemente puede bajar las elevadas cotizaciones que sufre. La única solución viable sería despedir a un trabajador. Con ello la empresa pasaría a tener un beneficio neto de unos 11.600 euros, más que suficiente para poder sobrevivir e incluso volver a contratar cuando disminuyura la crisis. Sin embargo, el problema que se le presenta es que la indemnización que ha de pagar al trabajador para despedirlo sería de unos 30.000 euros. Con unas reservas al final del primer año de la crisis de 21.180 euros y sin capacidad de financiación, a la empresa no le quedará otra salida que aguantar un par de años más y luego cerrar. Así, en lugar de perderse un solo puesto de trabajo, han sido tres los que se han perdido. Si la indemnización por despido hubiera sido de, por ejemplo, 20 días por año trabajado, la indemnización se hubiera reducido a 13.000 euros, pudiendo despedir al trabajador y mantener la empresa abierta. ¿Todo empresario que ha querido despedir, ha despedido? Mucho me temo que no. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

domingo, 5 de diciembre de 2010

La crisis de los controladores: A vueltas con el salario justo

Uno de los principales motivos de ataque y deslegitimación de los controladores aéreos es la cuantía de su sueldo. Las preguntas que subyacen en el fondo de este debate son las siguientes: ¿Es justo que alguien cobre estas cantidades cuando la mayoría cobra muchísimo menos e incluso existen casi cinco millones de parados?, ¿quién decide lo que debe cobrar un trabajador o una empresa por entregarnos un bien determinado?

En anteriores entradas este tema ya lo he tratado y es un aspecto fundamental de la teoría económica. Ya los escolásticos de la Escuela de Salamanca trataban los salarios entendidos como un tema de justicia conmutativa. De esta forma, seguían el razonamiento planteado por Santo Tomás de Aquino en su Summa Teológica (I-II q. 114 art. 4) (1). Asimismo, afirmaban que el importe de los salarios debía considerarse de la misma forma que se considera el precio de los bienes que se intercambiaban en el mercado, el cual se obtenía por la estimación común siempre que no existiera fraude en el intercambio. Este planteamiento fue luego formalmente enunciado por Carl Menger mediante la llamada ley de utilidad marginal, que viene en esencia a decirnos que el valor de los bienes es algo subjetivo y depende de la satisfacción de una necesidad de un individuo concreto, disminuyendo a medida que se incrementa la cantidad de ese bien.

Por otra parte, tampoco debemos olvidar que la cuantía del salario debe respetar la dignidad del trabajador. Muchos pensarán que la única manera de cumplir con este principio es la fijación de un salario mínimo. Sin embargo, aunque pudiera resultar paradójico, la dignidad del trabajador se respeta de forma más perfecta cuando no abandonamos el respeto a la propia libertad de las partes, entendida ésta sobre todo por el respeto a la propiedad privada. Por último, no olvidemos que el valor de los salarios depende también, como decía Pío XI (2) de las “condiciones de la empresa”, que en lenguaje técnico deberíamos enunciarlo diciendo que el importe de los salario dependerá de la productividad marginal del trabajo.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, no puede aceptarse que la mayoría de las personas consideren los salarios de un controlador aéreo desde un punto de vista de justicia distributiva, negando asimismo la fijación de los mismos por los elementos que hemos considerado. Solamente se atiende a la comparación con el salario medio de los trabajadores. El Gobierno ha explotado muy eficazmente este planteamiento emotivo, tildándolos de privilegiados, olvidando que no existe en este país nadie más privilegiado que la clase política como colectivo. Este planteamiento también podemos verlo en las televisiones. Es realmente curioso el diálogo que se establece al final de la entrevista a un controlador por parte de Susana Griso:

César Cabo (controlador): “yo creo que soy español, como el resto, y que tengo los mismos derechos”.
Susana Griso: “pero usted cobra mucho…por encima del resto, es consciente también de eso ¿no? en un momento de crisis son ustedes un sector privilegiado”.

Y digo que resulta curiosa la respuesta de la presentadora pues, como es sabido, en la actualidad su retribución en Antena 3 es de un millón de euros anuales, mucho más que la media que se dice cobraban los controladores aéreos. ¿Estaría Susana Griso dispuesta a aplicar a su sueldo el mismo criterio que exige a los controladores y, ya que estamos en un momento de crisis y también es una privilegiada, aceptaría una bajada significativa de sus retribuciones?¿Lo aceptaríamos cualquiera de nosotros?





(1) “1. La retribución se debe a las obras, según aquello de Mt 20,8: Llama a los obreros y dales su salario (…) 2. El Apóstol dice en 1 Cor 3,8: Cada uno recibirá su recompensa según su propio trabajo.”

(2) Quadragesimo Anno, 72: “Para fijar la cuantía del salario deben tenerse en cuanta también las condiciones de la empresa y del empresario, pues sería injusto exigir unos salarios tan elevados que, sin la ruina propia y la consiguiente de todos los obreros, la empresa no podría soportar. No debe, sin embargo, reputarse como causa justa para disminuir a los obreros el salario el escaso rédito de la empresa cuando esto sea debido a incapacidad o abandono o a la despreocupación por el progreso técnico y económico.”

jueves, 19 de agosto de 2010

Esclavo del Estado durante 171 días

Me llamo Juan Rodríguez. Soy mileurista. Hoy es 1 de enero y aunque es un día festivo, ya me siento desanimado. Mañana empezaré a trabajar para el Estado. Sin cobrar, día tras día, tediosamente, sin ilusión y así durante 171 días. Casi 6 meses. Soy un simple esclavo y no puedo quejarme. Me dicen que es por mi bien. Que hay que pagar la Sanidad, las Pensiones, las carreteras, los hospitales, y así una innumerable lista de servicios…

Estoy cansado. Llevo trabajando ya para el Estado 90 días. Y sin cobrar. Es mi obligación. Ya sabes, Hacienda somos todos. Pero veo pasar esos coches negros y sé quien va dentro. Ellos dicen que también son esclavos, pero una cosa nos diferencia. Yo no puedo decidir si he de trabajar 171 días sin cobrar o sólo 60 días. Eso lo hacen ellos. Pero, ¡yo qué sé de todo esto! Es mi obligación como ciudadano.

Ya queda poco. Ha pasado 141 días. ¡En apenas un mes podré cobrar y decidir que hacer con mi dinero! Habré cumplido y deberé sentirme orgulloso de contribuir. La verdad es que yo hubiera preferido comprarme una nevera nueva. Y cambiar la grifería del baño. Y ya puestos, comprarme ese ordenador, pues el que tengo renquea. ¡Pero qué se le va a hacer! ¡Lo primero es lo primero! Al menos eso dicen ellos, los que saben…

¡Al fin! ¡Mañana ya empezaré a trabajar para mí. El Estado me dará mi Carta de Libertad y lo que gane a partir de entonces será mío. ¡Todo mío, sólo mío! La verdad es que me siento un poco egoísta por lo que acabo de decir. Pero bueno, yo ya he cumplido con mi parte. 171 días son suficientes. Aunque se oyen rumores que apenas alcanzan para cubrir esos servicios que comenté al principio. Y yo me pregunto, ¿no habrá alguna forma de que paguemos menos y poder contar con aquellos servicios que cada uno necesite y haya decidido? Pero, bueno. ¡Qué sé yo! Al fin y al cabo, tan solo soy un mileurista…



Posdata: Me ha llegado mi carta de libertad y un resumen de mi aportación. No dejo de entristecerme cada vez que lo miro. Creo que acabaré tirándolo a la basura (el resumen, la Carta me ha costado mucho trabajo como para tirarla).



Enlace relacionado:
¿Cuánto dinero paga a Hacienda cada año? – Libertad Digital

sábado, 31 de julio de 2010

¡Acabemos con el paro, dejemos que los trabajadores ejerzan su libertad!

Selección del artículo "La historia del capitalismo" de Ludwig von Mises en Mises Daily en español:

El término "ganancias sociales" induce completamente a error. Si la ley fuerza a los trabajadores que prefieran trabajar 48 horas a la semana a no rendir más de 40 horas de trabajo, u obliga a los empresarios a incurrir en ciertos gastos en beneficio de los empleados, no favorece a los trabajadores a costa de los empresarios. Sean cuales sean las provisiones de una ley de seguridad social, su incidencia acaba recayendo en el empleado, no en el empresario. Afectan al importe de los salarios netos: si aumentan el precio que el empresario ha de pagar para una unidad de rendimiento por encima del tipo potencial del mercado, crean desempleo institucional. La seguridad social no impone a los empresarios gastar más para comprar trabajo. Impone a los asalariados una restricción referida al gasto de su ingreso total. Recorta la libertad del trabajador para disponer su hogar de acuerdo con sus propias decisiones.

El que ese sistema de seguridad social sea una política buena o mala es esencialmente un problema político. Podemos tratar de justificarlo declarando que los asalariados no tienen el conocimiento y la fortaleza moral para proveerse espontáneamente su propio futuro. Pero entonces no es fácil silenciar las voces de quienes preguntan si no es paradójico confiar el bienestar de la nación a decisiones de votantes a quienes la propia ley les considera incapaces de manejar sus propios asuntos, si no es absurdo hacer a ese pueblo supremo en la dirección de un gobierno que necesita manifiestamente un guardián que impida que gasten su propio dinero locamente. ¿Es razonable asignar pupilos el derecho a elegir a sus guardianes? No es casual que Alemania, el país que inauguró el sistema de seguridad social, fuera la cuna de ambas variedades de desprecio por la democracia, la marxista y la no marxista.

domingo, 20 de junio de 2010

La revolución liberal de Zapatero por medio de la reforma laboral

El Real Decreto Ley que plasma la Reforma Laboral es un documento curioso. En la exposición del mismo podemos encontrar bastante propaganda, como cuando indica que "los indicadores de coyuntura que se van conociendo apuntan de forma cada vez más nítida a una incipiente salida de la situación recesiva, y, en consecuencia, al inicio de una fase económica cualitativamente diferente de la atravesada en los últimos dos años". Por otra parte, el Gobierno, temeroso de que lo llamen neoliberal, intenta justificar en varias ocasiones el motivo de la reforma. Así, cuando señala la disminución de la indemnización por despido la presenta diciendo que "se preserva, en consecuencia, el compromiso del Gobierno de mantener los derechos de los trabajadores y aliviar a las empresas de una parte de los costes extintivos. Esta medida no supone una asunción por el Estado de una parte de los mismos ya que se instrumenta a través de un organismo público que se nutre exclusivamente de cotizaciones empresariales". Como podemos ver, existe una marcada intensión de quedar bien con todos, ya sea con los organismos que le exigen la toma de medidas, ya sea con aquellos que siempre ha dicho defender.

Y entre toda esta retórica de autojustificación, he podido ver con cierto asombro como el Gobierno propone la creación de un fondo de capitalización que sirva para cubrir diversas contingencias del trabajador, tales como el despido, la movilidad geográfica, actividades de formación o la jubilación:

"El Gobierno, en el plazo máximo de un año a partir de la entrada en vigor de este real decreto-ley, previa consulta con las organizaciones empresariales y sindicales más representativas, aprobará un proyecto de ley por el que, sin incremento de las cotizaciones empresariales, se regule la constitución de un Fondo de capitalización para los trabajadores mantenido a lo largo de su vida laboral, por una cantidad equivalente a un número de días de salario por año de servicio a determinar".

No especifica demasiado en qué consistirá dicho fondo de capitalización, pero parece deducirse que, ya que no supondrá un aumento de las cotizaciones empresariales, el fondo ha de constituirse con una parte del sueldo del trabajador que le será deducida. Esta idea ha sido defendida por muchos liberales y si se realizase de una forma efectiva podría suponer el abandono por parte del Estado del actual sistema de protección del trabajador para ponerlos en manos de la iniciativa privada. En la actualidad, las cotizaciones obligatorias a la Seguridad Social en razón al contrato de trabajo suponen una media de unos 567 euros mensuales [Encuesta Trimestral de Coste Laboral (ETCL) Primer Trimestre de 2010]. ¿Qué ocurriría si se le diese libertad al trabajador para añadir a su sueldo una gran parte de esta cantidad y se le presentara la opción de decidir cobrarla o añadirla a este fondo de capitalización? ¡Mira a ver si va a ser Zapatero el presidente más liberal que ha tenido España! No sé, pero algo me dice que esto va a quedar en nada. Que maravilloso sería equivocarme.

domingo, 6 de junio de 2010

La propuesta de contrato vitalicio de Juan Manuel de Prada

A veces las buenas intenciones no bastan y de aplicarse conseguirían perjudiciales resultados a pesar de los deseos. El pasado 2 de junio, en el programa "La Tarde con Cristina", Juan Manuel de Prada dio su opinión sobre la duración del contrato de trabajo, afirmando que solamente la quiebra de una empresa debería dar lugar a la finalización del mismo. Esta afirmación fue rechazada de forma contundente por José Luis Restán. Analicemos con algo de detalle las consecuencias de esta propuesta. Dejo a continuación el audio correspondiente antes de pasar al análisis



Evidentemente, la parte positiva de la propuesta es la seguridad laboral del trabajador. Se elimina de esta forma cualquier tipo de inseguridad por la pérdida del puesto de trabajo, solamente amenazado por la desaparición de la empresa. Pero quedarnos en este nivel de razonamiento llevaría a no analizar la totalidad del planteamiento. Si fijásemos una duración vitalicia para los contratos de trabajo, se impondría una barrera de entrada en el mercado laboral para multitud de trabajadores, especialmente los más jóvenes. Las empresas existentes sólo demandarían nuevos trabajadores en casos de fallecimientos o enfermedades graves de los actuales, o en el caso del crecimiento de la empresa. A esta oferta de reposición o crecimiento habría de añadirse la formada por las nuevas empresa que se constituyeran. Seguramente, esta limitación de la oferta de trabajo llevaría a la larga a un incremento del paro y a una rigidez extraordinaria de la estructura empresaria. Sería la vuelta a los gremios medievales.

Por otra parte, la seguridad tendría otra consecuencia. La propia naturaleza humana haría que muchas de esas personas que tienen asegurado su puesto de trabajo cayesen en una apatía productiva. Podría alegarse que el propio sentido de responsabilidad llevaría a los trabajadores a dar siempre lo mejor de si mismos. Pero todos sabemos que el ser humano no se comporta en muchas ocasiones de esta manera. Por lo tanto, a la anterior rigidez del mercado laboral tendría que añadirse una posible caída de la productividad y en muchos casos una merma en la calidad del producto o servicio ofertado por las empresas.

Dice el axioma central de la praxeología que toda acción humana implica el intento deliberado de pasar de una situación menos satisfactoria a otra más satisfactoria. La fijación de contratos de trabajos vitalicios iría contra este axioma. Se impediría al empresario conseguir una empresa cada vez más competitiva, se impediría al trabajador de esta empresa labrarse una carrera profesional cada vez más satisfactoria tanto en lo económico como en lo personal, y por último, se impediría a aquellas personas sin trabajo a conseguirlo. Partiendo de una propuesta bienintencionada que intentaba favorecer al trabajador, hemos conseguido una vil cuadratura del círculo; pretendiendo hacer que unos ganen, hemos conseguido al final que todos pierdan.

miércoles, 21 de abril de 2010

Economía Austriaca en la Luna: El Mercado de Trabajo

Hace unas semanas publiqué una entrada presentando al economista Jesús del Amo. Inicialmente pensé que su intervención en televisión era puntual, pero he podido confirmar que es un participante habitual del programa "La Luna" que emite Teidevisión Canal 6 y presenta César Sar. En dicho programa explica conceptos económicos desde el punto de vista de la Teoría Austriaca de Económica.

Le comenté a Jesús si le parecía bien incluir su sección como una parte fija del blog y amablemente me ha dicho que sí. De esta manera, podremos ver a partir de hoy todas sus intervenciones. He decidido titular estas entradas "Economía Austriaca en la Luna", evidentemente con algo de sentido del humor y haciendo un juego de palabras. Espero que les guste tanto como a mí. Quizás algún día, también podamos ver como se aplica la Teoría Austriaca en nuestra Tierra. Hasta entonces, nos tendremos que conformar con dar a conocer sus conceptos.

En el programa de hoy, Jesús explica como funciona el Mercado de Trabajo. Como complemento a su centrada exposición, quisiera destacar unos aspectos. Para empezar, comentar que el salario, que es el precio del trabajo ofertado y realizado por el trabajador, se comporta igual que cualquier otro precio (ver enlace recomendado al final de la entrada). El trabajador ganará más o menos en función de la utilidad de su trabajo para el proceso productivo, igualándose su salario a su productividad (en otras ocasión podremos comentar el concepto de productividad marginal). Lo anterior va en contra de lo afirmado por la teoría marxista de la plusvalía, que nos decía que el empresario se quedaba con parte del valor del trabajo realizado por el trabajador. Así, sin entrar en demasiados razonamientos teóricos, es fácil ver que el trabajador no espera a la finalización del proceso productivo para recoger los frutos de su esfuerzo. En este sentido, el empresario adelanta el posible beneficio que conseguirá en el momento de la venta del producto terminado. Y lo hace asumiendo el riesgo de no obtener ninguna ganancia, sin reclamar al trabajador el salario pagado en el caso de no obtenerla o de no vender la mercancía. Es decir, que Marx fue incapaz de tener en cuenta un aspecto tan importante como el factor tiempo en el proceso productivo.

De igual manera, tal como afirma Jesús, el trabajador es libre de desear obtener los mismos beneficios que consigue el empresario que lo contrata. Evidentemente, fundando su propia empresa para poder obtenerlos.

Por último, ya desde el punto de vista de la Doctrina Social de la Iglesia, es necesario recordar que la relación que existe entre trabajador y empresario, y que se plasma en el contrato de trabajo, no debe entenderse como esencialmente mala. De esta forma, Pío XI expresaba en su encíclica Quadragesimo Anno (64) lo siguiente:

“Y, en primer lugar, quienes sostienen que el contrato de arriendo y alquiler de trabajo es de por sí injusto y que, por tanto, debe ser sustituido por el contrato de sociedad, afirman indudablemente una inexactitud y calumnian gravemente a nuestro predecesor, cuya encíclica no sólo admite el "salariado", sino que incluso se detiene largamente a explicarlo según las normas de la justicia que han de regirlo”

Negando además la validez del concepto marxista de plusvalía (68):

“Se equivocan de medio a medio, efectivamente, quienes no vacilan en divulgar el principio según el cual el valor del trabajo y su remuneración debe fijarse en lo que se tase el valor del fruto por él producido y que, por lo mismo, asiste al trabajo el derecho de reclamar todo aquello que ha sido producido por su trabajo, error que queda evidenciado sólo con lo que antes dijimos acerca del capital y del trabajo.”

Y sin añadir nada más, les dejo ya con la intervención de Jesús, que he tenido que dividir en dos partes debido a las limitaciones de YouTube.







Enlaces recomendados:
¿Cuanto vale Cristiano Ronaldo? - El Liberal Autodidacta

jueves, 14 de enero de 2010

Tertulias económicas socialdemócratas

Hace unos días, haciendo zapeo radiofónico, recalé en la tertulia económica de la Cope donde se hablaba del derecho de los controladores a cobrar un determinado sueldo. Luego, el debate adquirió carácter más general, pasando a debatirse el modo de fijar los salarios en cualquier ámbito. Pongo a continuación un corte de la tertulia sobre el que quiero hacer unos comentarios:

Tertulia económica de la Cope (Juan Pablo Cormenarejo, Miguel Ángel Belloso, Rafael Pampillón y Carlos Sánchez)



En el caso de empresas rescatadas por el Estado, se considera necesario que sea éste quien fije las retribuciones a los directivos. Evidentemente, el razonamiento es bastante lógico, pero se está dando por sentado que dicho rescate necesariamente tenía que producirse, sin tomar en cuenta que otra solución hubiera sido la no intervención de dichas empresas.

Uno de los tertulianos se pregunta cuándo calificar de éxito una determinada decisión empresarial en el sector bancario. Como da por sentado que ante los problemas de una determinada entidad bancaria, el Estado debería acudir en su ayuda, aconseja imponer la obligación de fijar un sistema de remuneración a más largo plazo. Nuevamente está dando una opinión favorable al intervencionismo. Sin embargo, para alguien que defiende una política económica liberal, es evidente que una determinada decisión empresarial es exitosa cuando se consiguen beneficios en el mercado. En eso consiste el riesgo empresarial. Por eso, cuando nuevamente el anterior tertuliano se pregunta quien debería “pagar el pato” de un error empresarial, es necesario contestarle que los errores deben ser asumidos por el empresario, los inversionistas y todas aquellas personas que libremente hayan decidido utilizar los servicios de la empresa en cuestión.

El debate continúa analizando la conveniencia de que fuese la administración la responsable de fijar determinados salarios. Negativas rotundas de los tertulianos. Supongo que esto les parece demasiado socialista, aunque seguidamente afirman que debería ser una moral comunitaria (de la sociedad) la que estableciera las cuantías de las retribuciones. No deja de ser curioso que aunque por una parte no deseen afirmar que sea el Estado quien fije los salarios, por otra, con su respuesta, caen de igual forma en una solución intervencionista, pues, ¿quién decidirá qué moral deberá utilizarse?

De esta forma, sin darse cuenta de lo anterior, continúan ahondando en la solución intervencionista, llegando a un planteamiento genuinamente socialista de la economía. Así, unos de los participantes expresa que le parece desproporcionado que, por ejemplo, un compañero economista gane diez veces más que el resto, pues quizás, el sueldo que percibe no se corresponde con el trabajo que realiza. Afirma entonces que hay algo que falla y que se deberían estudiar estos casos, pues se podrían cometer excesos que luego serian asumidos por el resto de la sociedad. Habría que preguntarle a la persona que hace este planteamiento, quién considera que debe decidir el grado de correspondencia entre remuneración y trabajo realizado. Después de esto, otro interviniente vuelve a preguntar cómo se mide el talento. Una vez más, habría que explicarle que el talento en estos casos es confirmado por el éxito en el mercado.

Al final del corte, se hace un planteamiento liberal de la situación, indicando que debe ser el empresario quien asuma los riegos y tome las decisiones, ya que éste siempre elegirá una política empresarial mucho más adecuada que la podría ser seleccionada por un funcionario.

Como hemos podido escuchar, muchos economistas siguen apostando por métodos socialistas o intervencionistas. Quizás estos se nieguen a reconocer su tendencia al colectivismo, al menos de modo expreso, pero al final, del sentido de sus palabras se puede deducir que no han acabado de confiar en el mercado.

domingo, 28 de junio de 2009

La Reforma Laboral y los complejos de la Derecha

"Las opiniones acerca de los salarios se formulan con tal apasionamiento y quedan tan influidas por la política, que en la mayoría de las discusiones sobre el tema se olvidan los más elementales principios" (Henry Hazllit – La Economía en una Lección).

Hace unos días veía en Televisión Española un debate sobre la tan comentada Reforma Laboral. Fue interesante ver como los participantes de tendencias de izquierda preguntaban con razón en que consistía dicha Reforma. La respuesta por parte de aquellos participantes de tendencias de derecha fue una serie de tópicos manidos sin concreción donde se negaba que unos de los aspectos de la Reforma sería el “abaratamiento del despido”. Una vez más, la izquierda había ganado el debate antes de haberse iniciado.

El problema estuvo en que en ningún momento se fijaron las condiciones iniciales de la discusión por parte de los participantes de derecha. Y las condiciones eran muy simples. Se trataba de romper unos de los mitos de la economía marxista, a saber, la afirmación que los trabajadores son explotados necesariamente por los empresarios y de que el “abaratamiento del despido” es uno más de los ejemplos donde se cumple esta máxima. Porque, y no deberíamos de cansarnos de repetirlo una y otra vez, los que creen en el liberalismo económico no son una especie de demonios con rabo y cuernos y olor a azufre que pretenden hacer sufrir a los trabajadores a costa de los ingentes beneficios empresariales.

Sí, aunque parezca increíble y se me tache de cínico, el economista liberal desea también la mejora de las condiciones del trabajador. En realidad, toda su preocupación se centra en indagar que medidas se han de aplicar para que se produzca un desarrollo económico global y sostenido, que por supuesto incluya al trabajador (cómo si no podría calificarse de global).

De esta forma, ante la pregunta de si la Reforma Laboral habría de incluir el “abaratamiento del despido”, la respuesta ha ser rápida y concisa. Si dicho abaratamiento llevase al pleno empleo y a la mejora de las condiciones económicas del trabajador, no quedaría otro remedio que apoyarlo. Cómo demostrar la anterior consecuencia ya sería otro aspecto del debate, pero sin embargo no se partiría de una posición de derrota. Sería interesante ver como los participantes de izquierda se las ingeniarían para demostrar lo contrario por medio de sus trasnochadas ideas marxistas y keynesianas.