domingo, 4 de diciembre de 2011

Matrimonio, ¿ese ámbito de explotación y lucha?

Cincuenta y cinco tragedias. Cincuenta y cinco vidas malogradas. Cincuenta y cinco mujeres asesinadas. Está mal. Está muy mal. Es terrible.

La actual Ley 1/2004 define la violencia de género como "la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia".

¿Relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres? ¿Qué se esconde tras esta afirmación? En 1884, Engels publica su obra "El origen de la familia la propiedad privada y el estado", donde escribe:

"Por tanto, la monogamia no aparece de ninguna manera en la historia como una reconciliación entre el hombre y la mujer, y menos aún como la forma más elevada de matrimonio. Por el contrario, entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro, como la proclamación de un conflicto entre los sexos, desconocido hasta entonces en la prehistoria. En un viejo manuscrito inédito, redactado en 1846 por Marx y por mí, encuentro esta frase: "La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos". Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino".

Es decir, se concibe la unión entre el hombre y la mujer como una relación intrínsecamente explotadora y alienadora para la mujer. De igual forma que el patrono explota al obrero al quedarse con la plusvalía, el hombre explota a la mujer al formalizar el matrimonio.

El los años 60, una nueva corriente feminista irrumpe en la escena mundial: el feminismo radical. Hasta ahora, el feminismo ha tratado de conseguir la plena igualdad entre hombre y mujer, igualdad entendida como igualdad legal y que dé a las mujeres las mismas oportunidades que les son dadas a los hombres. Sin embargo, el nuevo feminismo, basándose en las anteriores ideas marxistas que hemos comentado, da un paso en una nueva dirección: el feminismo debe defender a la mujer explotada dentro de una sociedad patriarcal. Y esta defensa asume la destrucción de la base de esta sociedad: el matrimonio, y por consiguiente la sumisión del hombre como elemento explotador.

En 1968, Valerie Solanas escribe el "Manifiesto SCUM" donde afirma:

"Ahora es técnicamente factible reproducirse sin la ayuda del macho (o, por otro lado, de la hembra) y producir únicamente mujeres. Algo que debemos comenzar a hacer ya. Conservar al macho no tiene siquiera la dudosa utilidad de la reproducción. El macho es un accidente biológico: el gen Y (macho) es un gen X (hembra) incompleto, es decir, una serie incompleta de cromosomas. En otras palabras, el macho es una hembra incompleta, un aborto andante, malogrado ya en su fase de gestación. Ser un macho es ser deficiente, estar emocionalmente limitado. La masculinidad es una deficiencia orgánica, y el macho es un minusválido emocional".

Por supuesto, la ley contra la violencia de género no se sitúa en estos niveles, pero es importante desenmascarar el posicionamiento ideológico que se esconde tras ella y las posibles consecuencias de un desarrollo "lógico" del problema del maltrato de la mujer acorde a los planteamientos marxistas que hemos comentado.

¿Cómo debería afrontarse este problema? Más allá de las menciones a una creencia en Dios, que puede o no ser compartida, el Catecismo de la Iglesia Católica define la familia de la siguiente forma:

"Al crear al hombre y a la mujer, Dios instituyó la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. Sus miembros son personas iguales en dignidad. Para el bien común de sus miembros y de la sociedad, la familia implica una diversidad de responsabilidades, de derechos y de deberes.
(…)
La familia es la célula original de la vida social. Es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad".

Mediante este planteamiento, se rompe con el concepto de lucha de clases aplicado al matrimonio. Se establece la plena igualdad de los miembros de la pareja, al basarse esta en la intrínseca dignidad de cada uno de ellos.

El concepto de  violencia de género debe ser superado. Debe irse a un concepto de violencia familiar, más amplio, más justo, más igualitario. En este concepto lo que se ha de castigar es la violencia ejercida por un miembro de la familia que se aprovecha de la debilidad de otro miembro, ya sea hombre, mujer, niño o anciano. Eso es lo abominable del crimen cometido dentro del ámbito familiar: allí donde se esperaba amor y ayuda, se recibe odio y muerte.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cambia el fondo, apenas puede leerse el texto. Fondo más claro.

Eetión dijo...

Siento que tengas problemas para leerlo. Eres el primero que me lo dices y el blog ya lleva unos años. ¿Has revisado la configuración de tu navegador? Prueba también a hacer zoom que suele mejorar el texto.

Gracias por el comentario. Un saludo.

Anónimo dijo...

Estamos de acuerdo en el error que supone tratar de una forma diferente la violencia ejercida entre dos personas que mantienen una relación de pareja de aquella ejercida por un miembro de la familia sobre otro.

Ve más allá. La Ley debe castigar cualquier forma de violencia ejercida por una persona sobre otra y los principios deben ser generales. Es obvio que cada ámbito en que se relacionan personas tiene sus particularidades. En determinadas circunstancias, el que se ejerza en el ámbito familiar debe suponer un agravante debido a las relaciones de dependencia, afectivas y de confianza inherentes a dicho ámbito.

e parece interesante tu aportación como cristiano.
Pero estamos en un estado aconfesional y el respeto a la dignidad humana no es patrimonio de creyentes. No puedes utilizar como referencia el concepto cristiano de la familia porque muchos de sus principios, como la indisolubilidad del matrimonio, no son compartidos por la inmensa mayoría de la población, ni siquiera de quienes se declaran cristianos. Afortunadamente tampoco por nuestro marco legal (la libertad no es patrimonio exclusivo del capital). Debido al creciente número de no creyebtes, tampoco es universalmente compartido el carácter divino de la relación de pareja que libremente deciden establecer dos personas.

Ya existe una excelente referencia, los seis primeros artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Creo que son unos excelentes principios básicos sobre los que legislar y que velan por la dignidad de todo ser humano en cualquier ámbito.

Anónimo dijo...

sigue del comentario anterior....

El último párrafo de tu artículo lo firmo de la a a la z, y es precisamente lo contrario a lo que predica la ley de Violencia de Género, aberrante en algunos de sus fundamentos.

Un saludo.

Eetión dijo...

Estoy de acuerdo contigo en que si debemos llegar a un punto de acuerdo, no podemos usar una definición confesional. Por esto escribo "más allá de las menciones a una creencia en Dios". Esta definición de familia la entiendo extensible a un ámbito general. Desde un punto de vista antropológico, la importancia de la familia es indiscutible sólo teniendo en cuenta el asunto de la supervivencia de la especie. Y desde el punto de vista psicológico, su importancia puede ser también compartida. Es decir, que hablamos de leyes naturales, no restringidas a la esfera confesional.

Un saludo.

Eze dijo...

Hola Eetión,

Comparto plenamente tu conclusión: nuestras energías deben dirigirse a la identificación y supresión de cualquier tipo de violencia ejercida por un miembro de la familia sobre otro.

Sin embargo, discrepo en algunas de las ideas con las que llegas a esa conclusión. Tienes razón en que las relaciones hombre-mujer en el seno del matrimonio no son instrínsicamente de dominación del primero sobre la segunda. En este sentido que esa relación de dominación exista es algo contingente. A veces se da, en otras no. En ocasiones es un rasgo común de la relación matrimonial en algunas sociedades. En otras, no.

Si Engels quería decir esto, estaba equivocado. Si quería decir que en origen en el matrimonio predominaba la relación de dominación, creo que todos podemos estar de acuerdo con él en que sí, y que ha sido así hasta hace bien poco. Me inclino por pensar que Engel pretendía decir esto más que lo otro. Lo de la tal Valérie ni lo comento, por que es una tontería. Aunque vale la pena señalar que seguramente se estaba burlando de forma velada de Aristóteles y de Santo Tomás, cuando decían que la mujer era un hombre incompleto o inacabado y, por lo tanto, inferior.

No creo que haya que ser feminista radical (tal y como tú lo defines) para sostener (en los años 60) que la relción predominante entre hombres y mujeres en el matrimonio es de dominación. Esto era un hecho y sólo aceptándolo y suprimiéndolo desde las instituciones públicas y la sociedad civil puede alcanzarse el noble ideal de igualdad de oportunidades para todos.

No creo, por eso, que haya un trasfondo marxista en la ley de violencia de género. Como tampoco lo hay ya en nada que haga la izquierda mayoritaria. Sólo un intentar solucionar un problema real de un grupo dominado por otro grupo.

Quisiera acabar con un apunte final. La definición de familia que aportas es muy bonita, pero obvia el punto fundamental: si el rol de la mujer en la familia y en la sociedad ha de ser el mismo que el del hombre. No tengo ninguna duda de que la posición ortodoxa de hoy de la Iglesia es: sí. Pero no me parece adecuado, como haces, presentar a la Iglesia como defensora tradicional de un buen modelo de familia. Pues hasta hace menos de 70 años su respuesta ortodoxa a la pregunta que me formulo sería: no.

Un saludo,
Eze