Por Jesús del Amo Lamborena
Circulaba recientemente en las redes sociales una noticia, publicada en la versión on-line del diario Vanguardia de México, sobre un grupo de científicos de la universidad de Alberta que supuestamente habían descubierto un medicamento que curaba varios tipos de cáncer.
Denunciaban estos científicos que no podían proseguir con sus investigaciones al no conseguir financiación. Según su versión, ninguna empresa farmacéutica estaba dispuesta a aportar los fondos necesarios al no contar con patente la sustancia (dicloroacetato) que se utilizaba como base del medicamento.
A esta línea se sumaba el premio Nobel de medicina Richard J. Roberts, quien afirmaba en una entrevista concedida al periódico español La Vanguardia que a las industrias farmacéuticas les era más rentable producir fármacos que alargan los tratamientos que aquellos que curan las enfermedades.
Ante esta noticia los comentarios en las redes sociales fueron todos en la misma dirección: criticar la industria farmacéutica, la libertad de mercado y el capitalismo.
Para evitar lo que se definía como "mercantilismo" fatal, en la red se proponía como solución para salvaguardar el interés de los enfermos de cáncer, el obligar a las farmacéuticas a invertir en estas investigaciones y en caso de que se opusieran, intervenirlas.
“Es el mercado inmoral, el que comercia con la muerte, y si no es rentable, no le importan los millones de muertos, esa es la realidad del mercado depredador”. Este es uno de los comentarios posteado en la red Facebook sobre este asunto.
Demos por hecho que la noticia es cierta, que esos investigadores realmente han dado con la cura del cáncer. ¿Tendría el capitalismo y el libre mercado la culpa de que no se fabricara dicho medicamento? ¿Es el capitalismo el responsable de la muerte de millones de personas debido al cáncer?
Primero debemos saber como en la realidad un medicamento llega a manos de aquel que lo necesita. En primer lugar, cualquier medicamento tiene su origen en la mente de alguien, en la razón de alguien. Todos los medicamentos, sus principios activos y la relación causal para curar una enfermedad, son descubiertos por una persona.
Ahora bien, la simple idea o descubrimiento no es suficiente, hay que materializarla en un producto concreto. Para ello es necesario que otra persona recolecte o consiga los productos activos, los mezcle, les de forma, los almacene y los distribuya para que lleguen al científico y al enfermo.
Hay toda una cadena de intercambios y aportaciones desde el descubrimiento hasta que el medicamento llega al enfermo para su curación. En esta cadena intervienen numerosos actores cuyo esfuerzo consigue que un paciente se cure de una enfermedad, vea reducido su sufrimiento y mejore y alargue sus condiciones de vida.
Podemos caer en la fácil tentación de pensar que la recompensa moral tendría que ser suficiente para todos aquellos que intervienen en la provisión del medicamento y que, por tanto, su motivación debería estar en su sacrificio al servicio de los demás, en la causa de la salud y del bienestar de los enfermos.
¿Es esto moralmente aceptable? Yo afirmo que no. No hay diferencia entre suministrar un medicamento a un enfermo que suministrar un alimento a un hambriento. Sin embargo si alguien le pide a un agricultor que entregue sus producciones para paliar el hambre en el mundo, todos sabemos que el agricultor dejara de plantar y de cosechar, y el hambre de todos será la consecuencia general. Hay consenso acerca de que las políticas proteccionistas agrícolas reducen la producción, la competitividad y por ende provocan el efecto contrario al que buscan.
Afirmo que lo que es valido para la producción de una lechuga es valido para la cura del cáncer. Si en base a la obligación moral de una causa superior se obliga a los investigadores o a los productores de medicamentos a dirigir sus esfuerzos hacia donde ellos no lo deciden, el resultado será que dejarán de producir, Atlas se revelara y los medicamentos dejarán de existir, no solo el que cura el cáncer sino también las simples aspirinas.
Por otro lado podemos preguntarnos si es el libre mercado el que dirige a las farmacéuticas hacia la producción de medicamentos paliativos en vez de producir medicamentos curativos.
El descubrimiento de un medicamento puede ser algo causal, por azar o por suerte. Hay numerosos ejemplos del descubrimiento de la cura de una enfermedad cuando se estaba investigando otra. El descubrimiento también puede ser resultado de un arduo trabajo dirigido hacia un objetivo concreto y llevar años de investigaciones. Durante todo este tiempo es necesario aportar todos los instrumentos, instalaciones y demás elementos necesarios para que los investigadores puedan llevar su trabajo.
Se necesita tiempo y dinero para llevar a cabo el descubrimiento, desarrollo, fabricación y distribución de un medicamento.
Para que un medicamento llegue al consumidor, necesita pasar por un sinfín de controles y regulaciones estatales que distorsionan completamente las líneas de investigación que siguen los laboratorios y empresas farmacéuticas y que provocan el efecto reseñado por los científicos de la noticia del descubrimiento del cáncer: las farmacéuticas se vuelven conservadoras y sólo producen aquellos medicamentos que pueden soportar los costes económicos provocados por el intervencionismo estatal.
No es el libre mercado el que frena el avance de los investigadores de la universidad de Alberta, sino el intervencionismo gubernamental el que impide que no se obtengan fondos para seguir con las investigaciones.
Nuestra indignación no debe dirigirse contra los que fabrican los medicamentos, sino contra aquellos que ponen infinitas trabas para que lleguen a nuestras manos.
El fabricante del medicamento no está pensando en el enorme negocio que su producto va a tener en el mercado, el fabricante está pensando en la cadena de favores que va a tener que superar con los burócratas de turno que deciden que medicamento se comercializa y cual no.
La idea es simple, aunque la noticia sea cierta: ningún enfermo puede decidir hacer uso de ese medicamento, hasta que el mismo pase por una interminable serie de controles, ensayos, trabas y requerimientos burocráticos para su comercialización.
No es el consumidor el que decide acerca de que medicamento necesita, es el burócrata el que lo decide. Por lo tanto la industria farmacéutica, conocedora de ello, no apuesta por los tratamientos novedosos, por las ideas simples, si no que, debido a la legislación, derechos de propiedad y un sinfín de trabas administrativas dirige sus esfuerzos hacia aquellos productos que le dan una seguridad administrativa y no medica.
No es el libre mercado, sino el estatismo el que por su omisión provoca millones de muertos presentes y, al viciar las líneas de investigación, futuros.
Si hay algún elemento depredador en este asunto es el estatismo, la regulación y el intervencionismo. Si quieren ayudar a los enfermos de cáncer, dejen actuar libremente a todas aquellas personas capacitadas para proveer una cura y que obtengan por ello el premio que merecen. Eso sí es el capitalismo.
Enlace relacionado:
Cura del Cáncer: ¿Bloqueada por las farmacéuticas? (Entrevista con el Nobel de Medicina Richard J. Roberts) – Diario Vanguardia (México)
Circulaba recientemente en las redes sociales una noticia, publicada en la versión on-line del diario Vanguardia de México, sobre un grupo de científicos de la universidad de Alberta que supuestamente habían descubierto un medicamento que curaba varios tipos de cáncer.
Denunciaban estos científicos que no podían proseguir con sus investigaciones al no conseguir financiación. Según su versión, ninguna empresa farmacéutica estaba dispuesta a aportar los fondos necesarios al no contar con patente la sustancia (dicloroacetato) que se utilizaba como base del medicamento.
A esta línea se sumaba el premio Nobel de medicina Richard J. Roberts, quien afirmaba en una entrevista concedida al periódico español La Vanguardia que a las industrias farmacéuticas les era más rentable producir fármacos que alargan los tratamientos que aquellos que curan las enfermedades.
Ante esta noticia los comentarios en las redes sociales fueron todos en la misma dirección: criticar la industria farmacéutica, la libertad de mercado y el capitalismo.
Para evitar lo que se definía como "mercantilismo" fatal, en la red se proponía como solución para salvaguardar el interés de los enfermos de cáncer, el obligar a las farmacéuticas a invertir en estas investigaciones y en caso de que se opusieran, intervenirlas.
“Es el mercado inmoral, el que comercia con la muerte, y si no es rentable, no le importan los millones de muertos, esa es la realidad del mercado depredador”. Este es uno de los comentarios posteado en la red Facebook sobre este asunto.
Demos por hecho que la noticia es cierta, que esos investigadores realmente han dado con la cura del cáncer. ¿Tendría el capitalismo y el libre mercado la culpa de que no se fabricara dicho medicamento? ¿Es el capitalismo el responsable de la muerte de millones de personas debido al cáncer?
Primero debemos saber como en la realidad un medicamento llega a manos de aquel que lo necesita. En primer lugar, cualquier medicamento tiene su origen en la mente de alguien, en la razón de alguien. Todos los medicamentos, sus principios activos y la relación causal para curar una enfermedad, son descubiertos por una persona.
Ahora bien, la simple idea o descubrimiento no es suficiente, hay que materializarla en un producto concreto. Para ello es necesario que otra persona recolecte o consiga los productos activos, los mezcle, les de forma, los almacene y los distribuya para que lleguen al científico y al enfermo.
Hay toda una cadena de intercambios y aportaciones desde el descubrimiento hasta que el medicamento llega al enfermo para su curación. En esta cadena intervienen numerosos actores cuyo esfuerzo consigue que un paciente se cure de una enfermedad, vea reducido su sufrimiento y mejore y alargue sus condiciones de vida.
Podemos caer en la fácil tentación de pensar que la recompensa moral tendría que ser suficiente para todos aquellos que intervienen en la provisión del medicamento y que, por tanto, su motivación debería estar en su sacrificio al servicio de los demás, en la causa de la salud y del bienestar de los enfermos.
¿Es esto moralmente aceptable? Yo afirmo que no. No hay diferencia entre suministrar un medicamento a un enfermo que suministrar un alimento a un hambriento. Sin embargo si alguien le pide a un agricultor que entregue sus producciones para paliar el hambre en el mundo, todos sabemos que el agricultor dejara de plantar y de cosechar, y el hambre de todos será la consecuencia general. Hay consenso acerca de que las políticas proteccionistas agrícolas reducen la producción, la competitividad y por ende provocan el efecto contrario al que buscan.
Afirmo que lo que es valido para la producción de una lechuga es valido para la cura del cáncer. Si en base a la obligación moral de una causa superior se obliga a los investigadores o a los productores de medicamentos a dirigir sus esfuerzos hacia donde ellos no lo deciden, el resultado será que dejarán de producir, Atlas se revelara y los medicamentos dejarán de existir, no solo el que cura el cáncer sino también las simples aspirinas.
Por otro lado podemos preguntarnos si es el libre mercado el que dirige a las farmacéuticas hacia la producción de medicamentos paliativos en vez de producir medicamentos curativos.
El descubrimiento de un medicamento puede ser algo causal, por azar o por suerte. Hay numerosos ejemplos del descubrimiento de la cura de una enfermedad cuando se estaba investigando otra. El descubrimiento también puede ser resultado de un arduo trabajo dirigido hacia un objetivo concreto y llevar años de investigaciones. Durante todo este tiempo es necesario aportar todos los instrumentos, instalaciones y demás elementos necesarios para que los investigadores puedan llevar su trabajo.
Se necesita tiempo y dinero para llevar a cabo el descubrimiento, desarrollo, fabricación y distribución de un medicamento.
Para que un medicamento llegue al consumidor, necesita pasar por un sinfín de controles y regulaciones estatales que distorsionan completamente las líneas de investigación que siguen los laboratorios y empresas farmacéuticas y que provocan el efecto reseñado por los científicos de la noticia del descubrimiento del cáncer: las farmacéuticas se vuelven conservadoras y sólo producen aquellos medicamentos que pueden soportar los costes económicos provocados por el intervencionismo estatal.
No es el libre mercado el que frena el avance de los investigadores de la universidad de Alberta, sino el intervencionismo gubernamental el que impide que no se obtengan fondos para seguir con las investigaciones.
Nuestra indignación no debe dirigirse contra los que fabrican los medicamentos, sino contra aquellos que ponen infinitas trabas para que lleguen a nuestras manos.
El fabricante del medicamento no está pensando en el enorme negocio que su producto va a tener en el mercado, el fabricante está pensando en la cadena de favores que va a tener que superar con los burócratas de turno que deciden que medicamento se comercializa y cual no.
La idea es simple, aunque la noticia sea cierta: ningún enfermo puede decidir hacer uso de ese medicamento, hasta que el mismo pase por una interminable serie de controles, ensayos, trabas y requerimientos burocráticos para su comercialización.
No es el consumidor el que decide acerca de que medicamento necesita, es el burócrata el que lo decide. Por lo tanto la industria farmacéutica, conocedora de ello, no apuesta por los tratamientos novedosos, por las ideas simples, si no que, debido a la legislación, derechos de propiedad y un sinfín de trabas administrativas dirige sus esfuerzos hacia aquellos productos que le dan una seguridad administrativa y no medica.
No es el libre mercado, sino el estatismo el que por su omisión provoca millones de muertos presentes y, al viciar las líneas de investigación, futuros.
Si hay algún elemento depredador en este asunto es el estatismo, la regulación y el intervencionismo. Si quieren ayudar a los enfermos de cáncer, dejen actuar libremente a todas aquellas personas capacitadas para proveer una cura y que obtengan por ello el premio que merecen. Eso sí es el capitalismo.
Enlace relacionado:
Cura del Cáncer: ¿Bloqueada por las farmacéuticas? (Entrevista con el Nobel de Medicina Richard J. Roberts) – Diario Vanguardia (México)
8 comentarios:
Las empresas farmacéuticas dominantes forman un oligopolio muy bien avenido (con poder de monopolio en muchos de sus productos) y, además, tienen un gran poder de presión comenzando por los EEUU.
Si realmente buscasen el beneficio (sin más)estarían encantadas de poder fabricar y comercializar este producto, pues si la gente lo demanda, pagará por él. Sin embargo estas empresas quieren rentas de monopolio y el verdadero motivo por el que no quieren financiarlo seguramente será que quieren asfixiar a estos investigadores para que den su brazo a torcer.
Este es mi punto de vista: libre mercado sí, pero no protagonizado por canallas sin escrúpulos en permanente colusión.
Un saludo, Eetion.
Buenos días
genial post sobre algo muy realista al tiempo que vilipendiado como el el mercado farmacéutico.
La noticia hay que analizarla con mucho cuidado.
Yo soy farmacéutico en España y sé algo del tema, así que voy a dejar un par de datos (muy generales) para que sea más fácil visualizar el contexto.
En primer lugar ese medicamento tan glorioso es una "posibilidad", es decir que se le sospecha esa actividad, pero que todavía hay que probarlo.
En segundo lugar que desde el momento en que se sospecha una posible actividad a un fármaco, suelen pasar una media de 5 a 10 años de investigación sobre el mismo.
Las empresas farmacéuticas suelen investigar una media de 100 posibles fármacos anuales, de los cuales sólo uno suele salir adelante (y eso con suerte).
Los costes de esa investigación son inmensos, de ahí que los fármacos, nada mas salir al mercado lo hacen con unos precios tan altos, pues no sólo tienen que recuperar la inversión del que salió bien, sino también la inversión de los 99 que fallaron.
Ahora tenemos un fármaco anti cáncer que es una buena "posibilidad". Pongamos que se investiga (con los costes añadidos al proceso) durante los 5 a 10 años básicos, y que cuando por fin se logra un resultado (imagimenos que bueno, que el fármaco es la panacea prometida), la farmacéutica que lo investigó (y gastó el dinero), lo saca a precio X, pero el resto (que no gastaron un duro), lo saca a precio Y (unas 1000 veces más barato), al ser un fármaco sin posibilidad de patente.
Lo que obtenemos al final es una farmacéutica que investigó y se fue a la quiebra por ello.
Por lo tanto, no juzguemos el hecho de que no pongan dinero las farmacéuticas, sino el hecho de que los peridistas nunca digan "toda" la información.
Un Saludo felino
Miau
Como señala Jaime, precisamente un oligopolio basado en la influencia sobre el gobierno de turno no es libre mercado, ese es precisamente el argumento de mi comentario.
Me alegra ver que un profesional del sector comparte el punto de vista del artículo, uno escribe desde una percepción teórica, pero no tiene la visión del día a día que si tiene un profesional que se dedica al sector concreto.
Gracias a los dos por vuestros comentarios.
Un saludo, Jesús del Amo
No es comparable un agricultor con una empresa farmacéutica. Si es comparable una gran empresa de alimentación, agricultura con una farmacéutica y si está por encima el valor moral de salvar a alguien de la muerte que su beneficio económico.
Keitux
La situación no es decidir entre salvar a una persona que va a caer al abismo o coger de otro lado un billete de 100 euros.
Estoy tratando de hacer ver que el mismo valor "altruista" que algunos pretenden imponer a la industria farmacéutica, se podría imponer a todos los demás en cualquier acción de su vida. El resultado ya lo hemos visto en la URSS, Vietnam, Camboya y actualmente en Cuba o Venezuela.
No coincido con que no sea lo mismo un agricultor que la industria farmacéutica. No hay agregados holísticos, al final detrás de toda organización siempre hay la misma causalidad final, la acción humana, es decir personas, sea la industria que sea, es la suma de personas individuales.
Muchas gracias por tu comentario.
Gran entrada.
No es el libre mercado el que frena el avance de los investigadores de la universidad de Alberta, sino el intervencionismo gubernamental el que impide que no se obtengan fondos para seguir con las investigaciones.
En este caso el intervencionismo es imprescindible. No se puede permitir que se comercialicen medicamentos sin los pertinentes controles. Tampoco se puede dejar al libre albedrío los análisis que hacer, ya que se pueden aumentar los beneficios a costa de la salud de los pacientes experimentales.
Un ejemplo se encuentra en este libro.
http://www.cscreativestudio.com/blog/wp-content/uploads/2009/12/Libro_Negro_De_Las_Marcas.pdf
donde se puede ver como ciertas farmacéuticas se saltan la ley que impide dar placebos a enfermos graves para así acelerar la comercialización de un fármaco.
La industria farmacéutica no es ni mejor ni peor que otras. El que produzcan sustancias que salvan vidas no las hace superiores a quienes, por ejemplo, fabrican clavos, ni les libra de las miserias en que las que suelen incurrir las grandes corporaciones cuyo principal objetivo es el beneficio.
Ahora bien, es precisamente la naturaleza de lo que producen lo que las hace mucho más importantes que la industria de la fabriación de clavos. Por esa razón deben estar sometidas a un mayor control por parte de la Administración.
Me imagino que nuestro amigo Gangrol, como farmacéutico, estará al día de la ingente cantidad de dienero que invierte la industria farmacéutica en comprar médicos del Sistema Nacional de Salud sin que parezcan que lo hacen. ¿Cuál es el principal valor de un "represntante" farmacéutico?... ah!, la empatía, dicho por un responsable de selección de personal de una farmacéutica. "Mis mejores represntante no son médicos ni farmacéuticos, algunos ni siquiera tienen formación universiataria, se trata de buscar a alquien que compre a un médico pero con el tacto suficiente para que a ambos se les ponga la cara roja". Y si no, ¿cómo son posibles esas epidemias de migrañas posteriores a la visita a los Centros de Salud del representante de un conocido fármaco de la familia de los triptanes y que, curiosamente, preceden a la visita del dicho "profesional del medicamento" a las oficinas de farmacia correspondientes a ver cuántos envases han salido y de qué centro de salud?. ¡¡¡Uuyyyyy!!!!, qué cosas más raras tiene eso del ¿libre? mercado y la salud.
Nuestro amigo farmacéutico también estará al día de algunos casos de retirada inmediata, tras un mes en el mercado, de alguna fluroquinolona (un antibiotico) a causa de la hepatitis fulminante que provocaba en los pacientes... ¿Cómo un efecto tóxico tan grave y evidente no se detectó en los ensayos previos?, ¿quizás alguien fue un poco "laxo" con eso de la estadística, los grupos control y otras menudencias clínicas sin improtancia?. Claro, tanto dinero invertido, ños.... que un par de hígados fastiados no te empañen un buena cuenta de resultados. Por no hablar de algún que otro inhibidor de la COX2, esos prometedores antinflamatorios que no provocan úlcera proque no inhiben la ciclooxigenasa estomacal. A ver... ese que le ha costado un pasta gansa en demanandas en EEUU y que en España casi le cuesta la carrera científica de un investigador por cuestionar su seguridad. Al parecer el algún ministerio son "sensibles" a las inquietudes de la industria farmacéutica.
Y ejemplos como estos los hay por miles. Sólo hay que buscar un poco para encontrar las barbaridades que cometen estas empresas en países del Tercer Mundo, su verdadero caladero de "voluntarios" para sus ensayos clínicos.
Insisto, no son ni peor ni mejor que las operedoras de móviles o los bancos. Sólo que esta gente fabrica sustancias necesarias para la salud, de esas que le damos a nuestros hijos. La investigación farmacéutica debe premiarse con beneficios, proque para eso es un negocio, pero el control por parte del Estado debe ser riguroso porque el desfalco al ereraio público que se deriva de la compra de médicos del Servicio Nacional de Salud o los efectos de ensayos poco riguoros tienen efectos mucho más graves que una comisión cobrada de más por una entidad financiera o que la operadora tocap... de turno te deje sin línea.
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