
He de reconocer que cuando me enteré el año pasado de la salida de Federico y César de la emisora me entristecí y me sentí divido. Por una parte admiro la capacidad comunicadora de estos presentadores y por otra considero importante que la Iglesia cuente con un medio de comunicación que haga llegar su mensaje a la sociedad. Como católico y liberal, la COPE se había convertido en una referencia que aunaba las dos tendencias.
Quizás pudiera parecer extraño el título de esta entrada, pero el objetivo de la misma es analizar la moralidad de la decisión tomada por la emisora. Antes de continuar quiero dejar claras unas ideas. No es mi intención criticar a la Iglesia ni constituir motivo de escándalo para otros católicos. Mi adhesión a su mensaje y a su misión ya ha sido expuesta en este blog en varias entradas. Sin embargo, tratando de ser honesto conmigo mismo, he considerado necesario analizar este asunto en profundidad, más allá de mis impresiones iniciales. Y esta entrada es el resultado de mi reflexión. No se trata tampoco de adular a Federico y César, como pudieran pensar algunos por mi pertenencia a Red Liberal. Esté agregador de blogs me ha permitido llegar a muchas más personas de las que hubiera conseguido por mis propios medios, pero mi objetivo, como el de muchos otros blogueros, es la búsqueda de la verdad tratando de ser consecuente con mis principios, más allá de la pertenencia a cualquier grupo.
Para poder comenzar el análisis, veamos los antecedentes de la decisión de la COPE. A pesar de ser conocidos por todos, considero necesario mencionarlos para un mejor entendimiento de la exposición. Posiblemente desde el principio, algunas personas no veían oportuno que un agnóstico y un protestante fueran las estrellas de la emisora. La Iglesia comparte un núcleo de ideas, pero también existe en su seno diferentes formas de ver determinados asuntos accesorios. Sin embargo, supongo que estas reticencias fueron analizadas con detalle y el resultado de su elección fue un crecimiento sin precedentes de la cadena (quien esté interesado en los detalles puede leer “De la noche a la mañana”, el libro publicado por Federico Jiménez Losantos). Así, las cosas fueron de maravilla para alegría de todos. Sin embargo, las situaciones cambian. Los enfrentamientos de Federico con el PP y con algunos de sus dirigentes ante determinas posturas de estos, las tendencias nacionalistas de algunos obispos miembros de la Conferencia Episcopal, y algunas declaraciones del director de la Mañana, hicieron que se consolidara una fuerte corriente a favor de prescindir del locutor. Por otra parte, también era evidente la dependencia económica de la COPE del trabajo de los dos presentadores, en especial de Federico Jiménez Losantos, cuyo programa facturaba el 75% de la publicidad de la cadena. Al final, como todos sabemos, ganó la postura de prescindir de los servicios de ambos locutores, pues la oferta de la COPE difícilmente podía ser aceptada por los mismos.
Una vez vistos los antecedentes pasemos a analizar el acto realizado por la COPE, es decir la decisión de dejar que Federico Jiménez Losantos y César Vidal abandonaran la cadena. Dice un principio básico de teología moral que para que una acción sea buena, es necesario que lo sean sus tres elementos: objeto bueno, fin bueno y circunstancias buenas; para que el acto sea malo, basta que sea cualquiera de sus elementos (“bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu”: el bien nace de la rectitud total; el mal de un solo defecto; Santo Tomás, S. Th. I-II, q. 18, a.4 ad 3).
Comoquiera que no todos los lectores han de estar acostumbrados a los conceptos morales recién mencionados, pasaré a explicarlos, aplicándolos al caso que nos atañe.
El objeto de un acto es la acción misma del individuo, pero tomada bajo su consideración moral. Por ejemplo, el acto de hablar puede tener distintos objetos, tales como mentir o rezar. En algunos casos el acto en su mismo no tiene moralidad alguna (por ejemplo pasear), pero la recibe de su finalidad o circunstancia (para descansar o cuidar la salud, o hacerlo con una mala compañía). El acto de la COPE fue prescindir de Federico y César. Este acto en si mismo no tiene ninguna connotación moral, por lo que la recibe de su finalidad, que según algunas declaraciones sería cumplir el primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Esto es así ya que uno los problemas que se indicaba era que el trabajo de los presentadores dificultaba la labor de la Iglesia. Y en esencia la labor de la Iglesia es evangelizar, comunicar el mensaje de Cristo para conseguir la salvación y felicidad de los hombres. Por lo tanto, según estos planteamientos, el objeto de la acción era bueno ya que su finalidad también lo era. Sin embargo, lo que no acabo de comprender es porqué Federico y César dificultaban la labor de la Iglesia en sus antiguos programas y no lo hubieran hecho en la nueva situación que les ofreció la COPE, que fue realizar un programa conjunto en horario de tarde-noche.
En relación a la finalidad, ya hemos comentado la misma. Es evidente que dicha finalidad era buena y por ello da su carácter moral al objeto mencionado.
Por último, analicemos las circunstancias del acto. Estas son los diversos factores o modificaciones que afectan al mismo. Aunque el binomio objeto-finalidad es la sustancia para la definición moral del acto, las circunstancias pueden afectar en diversa forma a su clasificación moral. En nuestro caso, permitir que la acción de los presentadores dificultara la labor de la Iglesia sería malo, pero que sea permitido por la Conferencia Episcopal, principales propietarios de la cadena, agravaría el mal, al estar estos obligados a dar un especial ejemplo por su posición en la Iglesia. Por lo tanto, las circunstancias contribuyen a la bondad del acto.
Por todo lo dicho, al confirmar que tanto el acto, como la finalidad y las circunstancias eran buenos, podríamos afirmar que la acción de prescindir de Federico Jiménez Losantos y César Vidal no constituyó un pecado, siempre y cuando hubiera sido cierto que los comunicadores dificultaban la labor de la Iglesia, lo cual, como hemos visto, no está del todo claro. Es más, puede incluso que su marcha ocasione que la COPE no pueda llevar su mensaje a tantas personas como lo hacía con ellos, lo cual convertiría el acto de bueno a malo, y nos encontraríamos ante un pecado. Además, hemos de analizar otro aspecto de la cuestión, pero para ello hemos de ver el concepto de acto voluntario indirecto.
Un acto voluntario indirecto se da cuando, al realizar una acción, además del efecto que se persigue de modo directo con ella, se sigue otro efecto adicional, que no se pretende sino que se tolera por venir unido al primero. En nuestro caso, parece confirmarse que el acto de prescindir de Federico y César tiene como acto voluntario indirecto el despido de una gran parte de los trabajadores de la COPE. Esto en si mismo es contrario al séptimo mandamiento, que aunque su enunciado literal nos indica no robar, realmente ordena hacer buen uso de los bienes terrestres y prohíbe todo lo que atente a la justicia en relación con esos bienes. Así, unos de los pecados contra el séptimo mandamiento sería el daño injusto. Cometen este pecado los que por malicia o culpable negligencia causan grave perjuicio en los bienes de otros, destruyéndolos o deteriorándoles. Por lo tanto, el perjuicio que se ocasione en todos aquellos trabajadores que serían despedidos podría considerarse un daño injusto que afecte al séptimo mandamiento. Evidentemente, la cuestión a considerar sería si ha habido culpable negligencia por parte de los directivos y propietarios de la COPE. De todas formas, hay casos en los que es lícito realizar acciones que junto a un efecto bueno le siga otro malo. Veamos esto con más detalle.
Como ya hemos analizado, podría considerarse un acción buena (con las dudas que ya hemos expresado), el haber prescindido de Federico y César. Este acto bueno tiene como consecuencia otro acto voluntario indirecto que es la perdida de puestos de trabajos que podría considerarse un acto malo. Para que sea lícito realizar un acto bueno que tenga como consecuencia un acto malo han de darse varias circunstancias:
Que la acción principal sea buena en si misma, o al menos, indiferente. En este caso la acción es buena (aunque existen dudas al respecto).
Que el efecto inmediato o primero que se produce sea el bueno, y el malo sea sólo su consecuencia necesaria. Ya hemos visto que el efecto primero es facilitar la labor de la Iglesia, aunque podría provocarse el efecto contrario si la COPE tiene problemas económicos, lo que cambiaría la bondad del acto primero. Evidentemente, el despido de trabajadores sería consecuencia necesaria de la decisión tomada.
Que uno se proponga el fin bueno, es decir el resultado del efecto bueno, y no el malo, que solamente se permite. En esta caso no ha dudas. Ni los directivos ni los propietarios de la cadena desean el despido de sus trabajadores.
Que haya un motivo proporcionado para permitir un efecto malo. Quizás este punto es el más conflicto. ¿Merecerá la pena el sacrificio de una gran parte de los trabajadores para conseguir el resultado dudoso de que la Iglesia cumplirá mejor su función con los cambios realizados en la COPE?
Como hemos visto, el análisis moral de prescindir de Federico Jiménez Losantos y César Vidal no es sencillo. Existen aspectos discutibles que no hacen posible afirmar de forma rotunda que dicho acto fue un pecado o no lo fue. Sin embargo, si al final la COPE se convierte en una emisora de radio residual, o incluso llega a desaparecer, todos habremos perdido. Sólo habrán ganado los enemigos de la libertad y la verdad. Quizás ahora tan sólo nos queda rezar para que eso no ocurra.