En los meses de julio y agosto, el Movimiento Cultural Cristiano organiza la XXIV Aula Malagón-Rovirosa. Uno de los actos es el curso “Trabajo sobre Capital”, cuyos responsables son Jesús Benítez, abogado y Rosario Torres, economista y militantes del Movimiento Cultural Cristiano y del Partido SAIn.
El programa del Aula presenta el curso de la siguiente forma:
"El trabajo humano es la verdadera fuente de riqueza en la sociedad, no el capital, ni el Estado, ni la especulación financiera. En este curso profundizaremos en el funcionamiento del sistema político y económico injusto e insolidario en el que vivimos, para disponernos a combatirlo y construir una nueva política, al servicio del bien común, donde el trabajo esté siempre por encima del capital".
Asimismo, el curso fue anunciado también por Rosario Torres en el programa de La Cope “El Espejo de la Iglesia” con las siguientes palabras textuales:
“Este nuevo curso, nosotros teníamos bastante interés en llevarlo a cabo, que se denomina Trabajo sobre Capital, que es el principio consagrado ya por la DSI, por el cual se da prioridad absoluta al trabajo de la persona frente al capital que siempre debe de estar a su servicio. Además, creemos que es un curso con bastante actualidad con respecto a la nueva Encíclica que acaba de sacar el Papa Benedicto XVI. Nosotros creemos y así lo consagra la DSI, que todo debe de estar al servicio de la persona conforme a su dignidad sagrada, pero ¿qué pasa en verdad? Pues que en el mundo la realidad actual es la del dominio del capital sobre el trabajo. Esto significa pues que haya una humanidad donde el 85% de la humanidad esté en la miseria. Estoy hablando de hambre, esclavitud infantil, explotación laboral, guerras, todo un entramado imperialista que está organizado para robar a los pobres. Desde este curso, analizando y partiendo de la DSI, lo que queremos es analizar, profundizar y ver posibles respuestas, siempre desde la solidaridad”.
Estos párrafos precedentes nos pueden servir para reflexionar sobre la relación entre capital y trabajo. La primera tarea que hemos de imponernos es definir ambos conceptos, no sea que durante el análisis estemos discutiendo sobre elementos diferentes.
El concepto de capital siempre ha sido un tema discutido y complejo e incluso hoy en día es origen de distintos planteamientos entre la corriente económica dominante y la Escuela Austriaca de Economía (EAE). Böhm-Bawerk en su obra “Teoría Positiva del Capital” trata extensamente este tema. Es particularmente interesante el capítulo III del Libro I donde analiza las distintas definiciones de capital.
Para Böhm-Bawerk, capital es el “agregado de bienes producidos que sirven como medio de procurarnos bienes”. Más adelante, en este mismo capítulo, en una nota a pie de página, completa esta definición expresando que “el capital de acuerdo con mi versión es también un fondo o cantidad de materia y creo que procede decir aquí que cualquier intento de contemplar o medir este fondo en términos de número de piezas, peso, o volumen de los distintos bienes productivos implicados no puede ser llevado a cabo y solo puede hacerse esto en términos de valor o que es lo mismo, para estos tiempos, en dinero”. Y para terminar, y no por ello menos importante, para Böhm-Bawerk el capital no es el tercer factor independiente de producción. Según su visión, podemos decir que es en parte trabajo acumulado y en parte también acumulación de fuerzas naturales valuables.
Nos quedaría ahora por definir el concepto de trabajo según la teoría económica. En la misma obra mencionada Böhm-Bawerk nos da una definición sencilla indicando que “una persona ofrece un bien valuable y que se llama trabajo y otra le da a cambio un precio”
Hasta ahora, hemos aportado las definiciones de capital y trabajo según la EAE. Veamos a continuación las definiciones de estos conceptos que hace la Doctrina Social de la Iglesia (DSI):
“El trabajo humano tiene una doble dimensión: objetiva y subjetiva. En sentido objetivo, es el conjunto de actividades, recursos, instrumentos y técnicas de las que el hombre se sirve para producir, para dominar la tierra, según las palabras del libro del Génesis. El trabajo en sentido subjetivo, es el actuar del hombre en cuanto ser dinámico, capaz de realizar diversas acciones que pertenecen al proceso del trabajo y que corresponden a su vocación personal.
“La subjetividad confiere al trabajo su peculiar dignidad, que impide considerarlo como una simple mercancía o un elemento impersonal de la organización productiva. El trabajo, independientemente de su mayor o menor valor objetivo, es expresión esencial de la persona, es «actus personae». Cualquier forma de materialismo y de economicismo que intentase reducir el trabajador a un mero instrumento de producción, a simple fuerza-trabajo, a valor exclusivamente material, acabaría por desnaturalizar irremediablemente la esencia del trabajo, privándolo de su finalidad más noble y profundamente humana. La persona es la medida de la dignidad del trabajo: «En efecto, no hay duda de que el trabajo humano tiene un valor ético, el cual está vinculado completa y directamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona».
La dimensión subjetiva del trabajo debe tener preeminencia sobre la objetiva, porque es la del hombre mismo que realiza el trabajo, aquella que determina su calidad y su más alto valor. Si falta esta conciencia o no se quiere reconocer esta verdad, el trabajo pierde su significado más verdadero y profundo: en este caso, por desgracia frecuente y difundido, la actividad laboral y las mismas técnicas utilizadas se consideran más importantes que el hombre mismo y, de aliadas, se convierten en enemigas de su dignidad.”
En cuanto al concepto de capital, evidentemente la DSI hace una sencilla definición del mismo, sin profundizar en su carácter económico, expresando que “en la actualidad, el término «capital» tiene diversas acepciones: en ciertas ocasiones indica los medios materiales de producción de una empresa; en otras, los recursos financieros invertidos en una iniciativa productiva o también, en operaciones de mercados bursátiles”.
Una vez hecho el esfuerzo anterior para concretar los conceptos de capital y trabajo, podemos proceder a analizar la relación que existe entre los mismos. Es de una lógica incuestionable que si por capital entendemos un conjunto de bienes y por trabajo tomamos la definición subjetiva que hace la DSI, el trabajo está por encima del capital, pues evidentemente la dignidad de una persona no puede compararse con un conjunto de cosas. Asimismo, también podemos deducir que el origen del capital es en parte trabajo acumulado. Lo que acabamos de expresar no está en contradicción con las ideas de la EAE. Además, no debemos de olvidar que el economista tiene como fin el estudio técnico de los distintos conceptos, sin que ello suponga un enfrentamiento con los aspectos éticos o morales. De esta forma, cuando Böhm-Bawerk habla de trabajo lo hace teniendo en cuenta la dimensión objetiva del mismo.
Por lo tanto, y conforme a todo lo anteriormente expuesto, no tenemos inconveniente en estar de acuerdo con que el trabajo está por encima del capital según una visión ética o moral. Otro asunto es la importancia de cada elemento en la creación de riqueza. Y es en este aspecto donde el capital, tal como lo ha definido Böhm-Bawerk, adquiere toda su importancia, ya que la mejor manera de producir riqueza es a través de la utilización del capital, es decir por medios de producción capitalistas, siendo de esta manera, y no de ninguna otra, como podremos erradicar la pobreza y el hambre en el mundo. No podemos resistir la tentación de dejar que sea Carl Menger que a través de sus palabras, plasmadas en su libro “Principios de Economía Política”, nos explique la anterior afirmación:
“La forma más ruda de economía de ocupación se limita a la recolección de los bienes del orden ínfimo que la naturaleza ofrece espontáneamente. Los hombres en cuanto sujetos económicos, no ejercen ninguna influencia en la producción de los mismos. Su nacimiento y desarrollo no depende ni de la voluntad ni de la necesidad humana. Son accidentales, bienes al servicio del hombre sólo por azar. Pero si los hombres abandonan esta forma ruda de economía, si exploran las cosas a través de cuya conexión dentro del proceso causal surgen los productos alimenticios y se apoderan de ellos, lo que equivale a transformarlos en bienes de un orden superior, entonces estos alimentos aparecen, al igual que antes, en virtud de la ley de la causalidad, pero ahora ya no son casuales, accidentales, respecto de los deseos y las necesidades de los hombres, sino que constituyen un proceso sujeto al poder humano, regido a tenor de los objetivos humanos, aunque siempre dentro de los límites puestos por las leyes naturales. Los alimentos, que antes eran el producto de la coincidencia casual de las condiciones precisas para su nacimiento y desarrollo, son ahora, en la medida en que el hombre conoce y domina estas condiciones, y dentro siempre de los límites trazados por las leyes naturales, un producto de su voluntad. Las cantidades de que los hombres disponen no tienen más límites que los de su comprensión de la conexión causal de las cosas y la amplitud de su dominio sobre las mismas. Así pues, el creciente conocimiento de las interconexiones causales de las cosas con su propio bienestar y el progresivo dominio de las condiciones cada vez más remotas de las mismas han elevado a los hombres del estado de rudeza y de la más profunda miseria al estadio actual de cultura y bienestar, han permitido que amplias zonas hasta hace poco habitadas por pocos hombres, que arrastraban además una vida trabajosa y miserable, se conviertan en tierras de cultivo densamente pobladas. Nada más cierto que la afirmación de que también en el futuro el progreso económico del hombre no tendrá otro límite que el de los progresos antes mencionados”.
Según lo dicho hasta ahora, no vemos ningún motivo para condenar al capital. El problema está en que todavía muchos se encuentran aferrados a su versión marxista, donde éste es en una herramienta de explotación. Sin ánimo de tratar de adivinar las intenciones de Rosario Torres, una de los responsables del curso que mencionamos, y por supuesto sin ánimo de negar sus buenas intenciones, no deja por menos de sorprendernos el tono de su discurso. Suena a enfrentamiento entre trabajo y capital, suena a demonización del capital, suena a Socialismo (1).
Llegados a este punto, es importante acudir de nuevo a la DSI para terminar de ver cual debe ser la relación entre el trabajo y el capital:
“La doctrina social ha abordado las relaciones entre trabajo y capital destacando la prioridad del primero sobre el segundo, así como su complementariedad.
El trabajo tiene una prioridad intrínseca con respecto al capital: «Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el “capital”, siendo el conjunto de los medios de producción, es sólo un instrumento o la causa instrumental. Este principio es una verdad evidente, que se deduce de toda la experiencia histórica del hombre». Y «pertenece al patrimonio estable de la doctrina de la Iglesia».
Entre trabajo y capital debe existir complementariedad. La misma lógica intrínseca al proceso productivo demuestra la necesidad de su recíproca compenetración y la urgencia de dar vida a sistemas económicos en los que la antinomia entre trabajo y capital sea superada. En tiempos en los que, dentro de un sistema económico menos complejo, el «capital» y el «trabajo asalariado» identificaban con una cierta precisión no sólo dos factores productivos, sino también y sobre todo, dos clases sociales concretas, la Iglesia afirmaba que ambos eran en sí mismos legítimos. «Ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital». Se trata de una verdad que vale también para el presente, porque «es absolutamente falso atribuir únicamente al capital o únicamente al trabajo lo que es resultado de la efectividad unida de los dos, y totalmente injusto que uno de ellos, negada la eficacia del otro, trate de arrogarse para sí todo lo que hay en el efecto»”.
Y aquí está plasmada la lección que debemos aprender a través de nuestro análisis. Hemos de abandonar aquellos sistemas económicos que perpetúen la antinomia entre trabajo y capital. En definitiva, hemos de abandonar la versión marxista de la economía. Solamente así podremos conseguir un futuro mejor que el presente.
(1) Intentado entender las ideas de los responsables del curso, hemos acudido a la web del partido SAIn. Al igual que nos sorprendió el tono de las presentaciones del evento, nos ha sorprendido algunos de los manifiestos del partido, tales como “El socialismo que queremos”, “Ha muerto el PSOE” y “Rechazamos el aborto porque somos de izquierda”. Quizás, deberíamos profundizar en sus definiciones de socialismo e izquierda, pues tal vez no sean las mismas que nosotros entendemos.
El programa del Aula presenta el curso de la siguiente forma:
"El trabajo humano es la verdadera fuente de riqueza en la sociedad, no el capital, ni el Estado, ni la especulación financiera. En este curso profundizaremos en el funcionamiento del sistema político y económico injusto e insolidario en el que vivimos, para disponernos a combatirlo y construir una nueva política, al servicio del bien común, donde el trabajo esté siempre por encima del capital".
Asimismo, el curso fue anunciado también por Rosario Torres en el programa de La Cope “El Espejo de la Iglesia” con las siguientes palabras textuales:
“Este nuevo curso, nosotros teníamos bastante interés en llevarlo a cabo, que se denomina Trabajo sobre Capital, que es el principio consagrado ya por la DSI, por el cual se da prioridad absoluta al trabajo de la persona frente al capital que siempre debe de estar a su servicio. Además, creemos que es un curso con bastante actualidad con respecto a la nueva Encíclica que acaba de sacar el Papa Benedicto XVI. Nosotros creemos y así lo consagra la DSI, que todo debe de estar al servicio de la persona conforme a su dignidad sagrada, pero ¿qué pasa en verdad? Pues que en el mundo la realidad actual es la del dominio del capital sobre el trabajo. Esto significa pues que haya una humanidad donde el 85% de la humanidad esté en la miseria. Estoy hablando de hambre, esclavitud infantil, explotación laboral, guerras, todo un entramado imperialista que está organizado para robar a los pobres. Desde este curso, analizando y partiendo de la DSI, lo que queremos es analizar, profundizar y ver posibles respuestas, siempre desde la solidaridad”.
Estos párrafos precedentes nos pueden servir para reflexionar sobre la relación entre capital y trabajo. La primera tarea que hemos de imponernos es definir ambos conceptos, no sea que durante el análisis estemos discutiendo sobre elementos diferentes.
El concepto de capital siempre ha sido un tema discutido y complejo e incluso hoy en día es origen de distintos planteamientos entre la corriente económica dominante y la Escuela Austriaca de Economía (EAE). Böhm-Bawerk en su obra “Teoría Positiva del Capital” trata extensamente este tema. Es particularmente interesante el capítulo III del Libro I donde analiza las distintas definiciones de capital.
Para Böhm-Bawerk, capital es el “agregado de bienes producidos que sirven como medio de procurarnos bienes”. Más adelante, en este mismo capítulo, en una nota a pie de página, completa esta definición expresando que “el capital de acuerdo con mi versión es también un fondo o cantidad de materia y creo que procede decir aquí que cualquier intento de contemplar o medir este fondo en términos de número de piezas, peso, o volumen de los distintos bienes productivos implicados no puede ser llevado a cabo y solo puede hacerse esto en términos de valor o que es lo mismo, para estos tiempos, en dinero”. Y para terminar, y no por ello menos importante, para Böhm-Bawerk el capital no es el tercer factor independiente de producción. Según su visión, podemos decir que es en parte trabajo acumulado y en parte también acumulación de fuerzas naturales valuables.
Nos quedaría ahora por definir el concepto de trabajo según la teoría económica. En la misma obra mencionada Böhm-Bawerk nos da una definición sencilla indicando que “una persona ofrece un bien valuable y que se llama trabajo y otra le da a cambio un precio”
Hasta ahora, hemos aportado las definiciones de capital y trabajo según la EAE. Veamos a continuación las definiciones de estos conceptos que hace la Doctrina Social de la Iglesia (DSI):
“El trabajo humano tiene una doble dimensión: objetiva y subjetiva. En sentido objetivo, es el conjunto de actividades, recursos, instrumentos y técnicas de las que el hombre se sirve para producir, para dominar la tierra, según las palabras del libro del Génesis. El trabajo en sentido subjetivo, es el actuar del hombre en cuanto ser dinámico, capaz de realizar diversas acciones que pertenecen al proceso del trabajo y que corresponden a su vocación personal.
“La subjetividad confiere al trabajo su peculiar dignidad, que impide considerarlo como una simple mercancía o un elemento impersonal de la organización productiva. El trabajo, independientemente de su mayor o menor valor objetivo, es expresión esencial de la persona, es «actus personae». Cualquier forma de materialismo y de economicismo que intentase reducir el trabajador a un mero instrumento de producción, a simple fuerza-trabajo, a valor exclusivamente material, acabaría por desnaturalizar irremediablemente la esencia del trabajo, privándolo de su finalidad más noble y profundamente humana. La persona es la medida de la dignidad del trabajo: «En efecto, no hay duda de que el trabajo humano tiene un valor ético, el cual está vinculado completa y directamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona».
La dimensión subjetiva del trabajo debe tener preeminencia sobre la objetiva, porque es la del hombre mismo que realiza el trabajo, aquella que determina su calidad y su más alto valor. Si falta esta conciencia o no se quiere reconocer esta verdad, el trabajo pierde su significado más verdadero y profundo: en este caso, por desgracia frecuente y difundido, la actividad laboral y las mismas técnicas utilizadas se consideran más importantes que el hombre mismo y, de aliadas, se convierten en enemigas de su dignidad.”
En cuanto al concepto de capital, evidentemente la DSI hace una sencilla definición del mismo, sin profundizar en su carácter económico, expresando que “en la actualidad, el término «capital» tiene diversas acepciones: en ciertas ocasiones indica los medios materiales de producción de una empresa; en otras, los recursos financieros invertidos en una iniciativa productiva o también, en operaciones de mercados bursátiles”.
Una vez hecho el esfuerzo anterior para concretar los conceptos de capital y trabajo, podemos proceder a analizar la relación que existe entre los mismos. Es de una lógica incuestionable que si por capital entendemos un conjunto de bienes y por trabajo tomamos la definición subjetiva que hace la DSI, el trabajo está por encima del capital, pues evidentemente la dignidad de una persona no puede compararse con un conjunto de cosas. Asimismo, también podemos deducir que el origen del capital es en parte trabajo acumulado. Lo que acabamos de expresar no está en contradicción con las ideas de la EAE. Además, no debemos de olvidar que el economista tiene como fin el estudio técnico de los distintos conceptos, sin que ello suponga un enfrentamiento con los aspectos éticos o morales. De esta forma, cuando Böhm-Bawerk habla de trabajo lo hace teniendo en cuenta la dimensión objetiva del mismo.
Por lo tanto, y conforme a todo lo anteriormente expuesto, no tenemos inconveniente en estar de acuerdo con que el trabajo está por encima del capital según una visión ética o moral. Otro asunto es la importancia de cada elemento en la creación de riqueza. Y es en este aspecto donde el capital, tal como lo ha definido Böhm-Bawerk, adquiere toda su importancia, ya que la mejor manera de producir riqueza es a través de la utilización del capital, es decir por medios de producción capitalistas, siendo de esta manera, y no de ninguna otra, como podremos erradicar la pobreza y el hambre en el mundo. No podemos resistir la tentación de dejar que sea Carl Menger que a través de sus palabras, plasmadas en su libro “Principios de Economía Política”, nos explique la anterior afirmación:
“La forma más ruda de economía de ocupación se limita a la recolección de los bienes del orden ínfimo que la naturaleza ofrece espontáneamente. Los hombres en cuanto sujetos económicos, no ejercen ninguna influencia en la producción de los mismos. Su nacimiento y desarrollo no depende ni de la voluntad ni de la necesidad humana. Son accidentales, bienes al servicio del hombre sólo por azar. Pero si los hombres abandonan esta forma ruda de economía, si exploran las cosas a través de cuya conexión dentro del proceso causal surgen los productos alimenticios y se apoderan de ellos, lo que equivale a transformarlos en bienes de un orden superior, entonces estos alimentos aparecen, al igual que antes, en virtud de la ley de la causalidad, pero ahora ya no son casuales, accidentales, respecto de los deseos y las necesidades de los hombres, sino que constituyen un proceso sujeto al poder humano, regido a tenor de los objetivos humanos, aunque siempre dentro de los límites puestos por las leyes naturales. Los alimentos, que antes eran el producto de la coincidencia casual de las condiciones precisas para su nacimiento y desarrollo, son ahora, en la medida en que el hombre conoce y domina estas condiciones, y dentro siempre de los límites trazados por las leyes naturales, un producto de su voluntad. Las cantidades de que los hombres disponen no tienen más límites que los de su comprensión de la conexión causal de las cosas y la amplitud de su dominio sobre las mismas. Así pues, el creciente conocimiento de las interconexiones causales de las cosas con su propio bienestar y el progresivo dominio de las condiciones cada vez más remotas de las mismas han elevado a los hombres del estado de rudeza y de la más profunda miseria al estadio actual de cultura y bienestar, han permitido que amplias zonas hasta hace poco habitadas por pocos hombres, que arrastraban además una vida trabajosa y miserable, se conviertan en tierras de cultivo densamente pobladas. Nada más cierto que la afirmación de que también en el futuro el progreso económico del hombre no tendrá otro límite que el de los progresos antes mencionados”.
Según lo dicho hasta ahora, no vemos ningún motivo para condenar al capital. El problema está en que todavía muchos se encuentran aferrados a su versión marxista, donde éste es en una herramienta de explotación. Sin ánimo de tratar de adivinar las intenciones de Rosario Torres, una de los responsables del curso que mencionamos, y por supuesto sin ánimo de negar sus buenas intenciones, no deja por menos de sorprendernos el tono de su discurso. Suena a enfrentamiento entre trabajo y capital, suena a demonización del capital, suena a Socialismo (1).
Llegados a este punto, es importante acudir de nuevo a la DSI para terminar de ver cual debe ser la relación entre el trabajo y el capital:
“La doctrina social ha abordado las relaciones entre trabajo y capital destacando la prioridad del primero sobre el segundo, así como su complementariedad.
El trabajo tiene una prioridad intrínseca con respecto al capital: «Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el “capital”, siendo el conjunto de los medios de producción, es sólo un instrumento o la causa instrumental. Este principio es una verdad evidente, que se deduce de toda la experiencia histórica del hombre». Y «pertenece al patrimonio estable de la doctrina de la Iglesia».
Entre trabajo y capital debe existir complementariedad. La misma lógica intrínseca al proceso productivo demuestra la necesidad de su recíproca compenetración y la urgencia de dar vida a sistemas económicos en los que la antinomia entre trabajo y capital sea superada. En tiempos en los que, dentro de un sistema económico menos complejo, el «capital» y el «trabajo asalariado» identificaban con una cierta precisión no sólo dos factores productivos, sino también y sobre todo, dos clases sociales concretas, la Iglesia afirmaba que ambos eran en sí mismos legítimos. «Ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital». Se trata de una verdad que vale también para el presente, porque «es absolutamente falso atribuir únicamente al capital o únicamente al trabajo lo que es resultado de la efectividad unida de los dos, y totalmente injusto que uno de ellos, negada la eficacia del otro, trate de arrogarse para sí todo lo que hay en el efecto»”.
Y aquí está plasmada la lección que debemos aprender a través de nuestro análisis. Hemos de abandonar aquellos sistemas económicos que perpetúen la antinomia entre trabajo y capital. En definitiva, hemos de abandonar la versión marxista de la economía. Solamente así podremos conseguir un futuro mejor que el presente.
(1) Intentado entender las ideas de los responsables del curso, hemos acudido a la web del partido SAIn. Al igual que nos sorprendió el tono de las presentaciones del evento, nos ha sorprendido algunos de los manifiestos del partido, tales como “El socialismo que queremos”, “Ha muerto el PSOE” y “Rechazamos el aborto porque somos de izquierda”. Quizás, deberíamos profundizar en sus definiciones de socialismo e izquierda, pues tal vez no sean las mismas que nosotros entendemos.
1 comentario:
Yo soy liberal y no creo en ningún Dios y por supuesto no soy ni de izquierdas ni de derechas.
La existencia de Dios es para el hombre la misma que Papa Nöel para los niños. Todos los niños con 8 años saben que Papa Nöel era producto de la fantasía infantil prodigada, mas todos los hombres no llegan a la madurez dándose cuenta que la Naturaleza y el Cosmos no necesitan redudancias llamadas Dios-Yavé-Alá-Buda-Ra-Osiris,...sencillamente porque la energía ni se crea ni se destruye, existe desde siempre y la ecuación de Einstein E=mc2 relaciona la masa con la energía. Las fuerzas son orioginadas por los campos y el universo surgió del Big Bang. No solo muchos físicos y teóricos lo han "visto". Creer en dios y creer en la resurrección es bueno para la fe, que no es más que una creencia innecesaria y recurrentemente autoengañosa por los siglos de los siglos. Amén.
Publicar un comentario