Con frecuencia se pierde de vista
el fin, y los medios ocupan el lugar central de nuestras preocupaciones. El en
caso de la libertad de horarios, el razonamiento debería ser muy
sencillo. Si alguien quiere comprar y otro está dispuesto a vender, nadie
debería impedir el ejercicio de esos actos. ¿Qué razonamiento retorcido puede
emplearse para justificar la prohibición de este comportamiento entre personas
libres? Es algo que está antes de cualquier planteamiento económico, es
simplemente una elección entre libertad o coacción.
Desde el punto de vista
económico, la oposición de la libertad de horarios supone también una inversión de fin y medios. Cualquier acto económico trata precisamente de eso, de
economizar. De conseguir un bien con el menor de los recursos posibles. Y la
competencia es para eso fundamental. Si un comercio puede ofertar a sus
clientes un producto o servicio en las condiciones más ventajosas y teniendo
los menores gastos al hacerlo, el intentar entorpecer esta oferta favoreciendo
otros comercios que ofrecen algo peor y con unos mayores gastos es
antieconómico. Es un despilfarro de recursos al pretender dar menos por
más.
El viernes el Gobierno avanzó en
esa deseada libertad de horarios comerciales. Pero como siempre se ha quedado
corto. ¿Por qué dar esa libertad a comercios de trescientos metros cuadrados y
no darlo a uno de trescientos uno? ¿Por qué, en aquellas zonas turísticas, habría de tener libertad de apertura una zona
de la ciudad y otra no? ¡Ay, que escasa es la libertad en esta sociedad
intervenida!
2 comentarios:
Un problema a solucionar es la negativa de un católico a trabajar en Domingo. ¿Cabe la opción a negarse?
Pues que quiere que le diga, si para ello la gente que trabaja ver reducida sus horas de lunes a sábado para así ir el domingo "por la patilla", pues como que no. Las grandes cadenas no están contratando a nadie por abrir los domingos. ¿Como puede una persona trabajar todos lo días del mes y conciliar la voda laboral con la familiar?
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