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domingo, 12 de agosto de 2012

El socialismo, una utopía siempre violenta

Alguien afirmaba hace unos días en Twitter que el socialismo (o comunismo) era todavía una utopía deseable y que las atrocidades totalitarias y genocidas que se había llevado a cabo durante el siglo XX en su nombre eran desvirtuaciones de un pensamiento esencialmente bueno para la humanidad.

Hoy, en su web, Pascual Serrano, de forma involuntaria pues su intención era defender el robo de comida en supermercados, nos da el motivo por el que el socialismo siempre será una ideología violenta y liberticida:
Estimada trabajadora, no sé si has oído hablar de las clases sociales o de la lucha de clases. Básicamente consiste en reconocer que en una sociedad hay ricos y pobres, y que se encuentran en conflicto porque a más riqueza parar los ricos, más pobreza para los pobres. Algo mucho más indignante si son estos pobres los que, con su trabajo, logran que los ricos amasen su riqueza.
Si la sociedad es siempre una lucha de clases, ¿cómo podría ser de otra forma sino violenta? Una violenta lucha fraticida donde una clase necesita exterminar a la otra para que se produzca el tan deseado avance social.

Sin embargo, el liberalismo es muy diferente. Una sociedad liberal se basa en la idea de que los hombres pueden relacionarse obteniendo mutuo beneficio. Yo te doy algo que tú deseas a cambio de algo que deseo yo. Y en el intercambio los dos ganamos. ¿Qué a veces se producen conflictos? Pues establezcamos leyes para garantizar la libertad de intercambio y castigar la coacción y el engaño. Pocas leyes. Sencillas leyes.

Lucha de clases o intercambios pacíficos. Muerte o vida. ¿En que sociedad querrías vivir?

miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿No se dan cuenta de que han llegado al final del camino?

Fragmento de la novela "La rebelión de Atlas" (Ayn Rand)
Editorial Grito Sagrado

–Nuestro plan es verdaderamente muy sencillo –continuó Tinky Holloway, y trató de demostrarlo hablando con ufana y desenfada simplicidad–. Levantaremos todas las restricciones en la producción de acero y cada compañía fabricará lo que puede, según sus propios recursos. Pero, a fin de evitar la pérdida de tiempo y el peligro de una competencia desmesurada, todas las empresas depositarán sus ganancias brutas en un fondo común, que será conocido como “Fondo de Unificación Siderúrgica”, a cargo de una oficina especial. A fin de año, esa oficina repartirá los beneficios calculando la producción total de acero y dividiendo dicha cifra por el número de altos hornos en funcionamiento. Se realizará así una distribución equitativa para todos, pagándose a cada compañía según sus necesidades. Y como la conservación de los hornos es una necesidad básica en esta industria, se tendrá en cuenta para ello el número de hornos que cada firma posea.

Hizo una pausa, y añadió:

–Eso es todo, señor Rearden. – Y al no obtener respuesta, siguió: –¡Oh! Desde luego, habrá que eliminar muchos obstáculos, pero… ése es el proyecto.

Fuese cual fuere la reacción que esperaran, la de Rearden no pudo menos que confundirlos. Se reclinó en su sillón con mirada atenta, fija en el espacio, como si contemplara algo bastante próximo. Luego, con cierta extraña nota burlona, tranquila y personal, preguntó:

¿Quieren decirme tan sólo una cosa, muchachos? ¿Con qué cuentan para ello?

Sabía que lo habían entendido porque observó en sus caras esa expresión terca y evasiva que en otros tiempos consideró propia de los mentirosos que engañan a sus víctimas, pero que ahora sabía que era algo peor: la de quien se engaña a sí mismo y a su propia conciencia. No contestaron, guardaron silencio, esforzándose no en hacerle olvidar su pregunta, sino en olvidar ellos que la habían escuchado.

¡Es un plan muy sensato! –exclamó de improviso James Taggart, con un dejo de animación–.¡Funcionará! ¡Tiene que funcionar! ¡Queremos que funcione!

Nadie le contestó.


¿Señor Rearden…? –preguntó Holloway tímidamente.

Veamos –dijo éste–, Associated Steel, de Orren Boyle, posee sesenta altos hornos, un tercio de los cuales están ahora sin funcionar, mientras el resto produce un promedio de trescientas toneladas diarias por horno. Yo tengo veinte que trabajan a toda su capacidad, produciendo setecientas cincuenta toneladas de metal Rearden por horno por día. Entre los dos poseemos, pues, ochenta altos hornos, con una totalidad de producción “unificada” de 27 mil toneladas, lo que representa 337,5 toneladas por horno. Las quince mil toneladas diarias que produzco me pagarán como si fueran 6.750, mientras que por sus 12.000, Boyle recibirá el equivalente a 20.250. No tengo en cuenta a los otros miembros del fondo común, porque no influirán más que en rebajar aún más el porcentaje, ya que la mayoría de ellos trabaja peor que Boyle, y ninguno produce tanto como yo. ¿Cuánto tiempo creen que voy a durar bajo ese plan?

No hubo respuesta y luego Lawson exclamó súbitamente con expresión de rectitud:

–¡En tiempos de peligro nacional, es su deber servir, sufrir, y trabajar para la salvación del país!

–No comprendo de qué manera las transferencias de mis ganancias al bolsillo de Orren Boyle contribuirán a salvar el país.

–¡Usted debe hacer determinados sacrificios en beneficio público!

–No comprendo por qué Orren Boyle es más “público” que yo.

–¡Oh! No tiene nada que ver con el señor Boyle. Se trata de algo muy amplio, que abarca a más de una persona. Hay que proteger los recursos naturales y las fábricas y proteger todas las instalaciones industriales del país. No podemos permitir que quiebre una organización tan importante como la del señor Boyle. La nación la necesita.

–Yo creo –dijo Rearden lentamente– que el país me necesita a mí mucho más que a Orren Boyle.

–¡Desde luego!- exclamó Lawson con entusiasmo-. El país lo necesita a usted, señor Rearden. Se da cuenta, ¿verdad?

Pero el ávido placer de Lawson ante aquella fórmula familiar de autoinmolación desapareció bruscamente al escuchar la voz de Rearden, una voz fría, de comerciante:

–Sí, me doy cuenta.

–No se trata sólo de Boyle –insistió Holloway, suplicante–. La economía nacional no está en condiciones de soportar una dislocación de gran alcance. Hay miles de obreros trabajando en las fábricas de Boyle y también proveedores y clientes. ¿Qué les ocurriría si Associated Steel quebrara?

–¿Y qué sucederá a los miles de mis obreros, proveedores y clientes si soy yo el que quiebra?

–¿Usted, señor Rearden? –preguntó Holloway, incrédulo–.¡Pero si usted es el industrial más rico, seguro y fuerte del país en estos momentos!

–¿Y qué puede ocurrir más adelante?

–¿Cómo?

–¿Cuánto tiempo creen que podré trabajar a pérdida?

–¡Oh, señor Rearden! ¡Tengo plena confianza en usted!

–¡Al diablo con su confianza! ¿Cómo quieren que lo haga?

–¡Ya encontrará algún modo!

–¿Cómo?

No hubo respuesta.

–No podemos teorizar sobre el futuro –exclamó Wesley Mouch– cuando hay un colapso nacional inmediato que evitar. ¡Hay que salvar la economía nacional! ¡Tenemos que hacer algo! –La imperturbable mirada de curiosidad de Rearden le hizo perder los estribos.– ¿Es que tiene alguna solución mejor para ofrecernos?

–Desde luego –contestó enseguida–. Si es producción lo que desean, déjennos el camino libre, destruyan todas sus condenadas disposiciones, permitan que Orren Boyle se arruine y déjenme comprar Associated Steel. A partir de ese momento, cada uno de sus sesenta hornos producirá mil toneladas diarias.

–¡Oh! Pero es que… no podemos –jadeó Mouch–. Se trataría de un monopolio. Rearden rió.

–De acuerdo –dijo con indiferencia–. En ese caso, permitan que el supervisor de mis hornos sea quien haga la compra. Hará un mejor trabajo que Boyle.

–¡Oh! Pero eso sería permitir a los fuertes aprovecharse de los débiles. ¡No podemos consentirlo!

–Entonces no hablen de salvar la economía nacional.

–Todo lo que deseamos es… –se interrumpió.

–Todo lo que desean es una producción sin hombres capaces de producir, ¿verdad?

–Eso es… eso es teoría pura. Una exageración teórica. Lo que pretendemos es un ajuste temporario.

–Llevan ustedes años haciendo estos ajustes temporarios. ¿No se dan cuenta de que no les queda ya más tiempo?

–Eso es sólo… –su voz se fue apagando, hasta dejar de oírse.

Bien, fíjese en esto –dijo precavidamente Holloway -. No se trata de que el señor Boyle sea realmente… débil. El señor Boyle es un hombre de gran inteligencia, lo que ocurre es que ha sufrido algunos reveses desafortunados, totalmente imposibles de controlar. Había invertido enormes sumas en un gran proyecto, para asistir a los países económicamente en vías de desarrollo de Sudamérica, y la crisis del cobre ha representado un grave golpe financiero para él. Se trata sólo de darle la oportunidad de reponerse, de darle una mano que lo ayude a salvar ese hueco, un poco de ayuda temporaria, nada más. Lo que tenemos que hacer es nivelar los sacrificios y, a partir de entonces, todo el mundo se recuperará y prosperará.

–Ustedes han venido nivelando los sacrificios desde hace más de cien… –se detuvo–… desde hace más de mil años –articuló Rearden lentamente- . ¿No se dan cuenta de que han llegado al final del camino?

–¡Eso es sólo teoría! – exclamó Wesley Mouch.

Rearden sonrió.

–Conozco sus procedimientos –dijo suavemente–. Ahora son sus teorías las que trato de comprender.

No dejaba de intuir que el motivo específico, oculto tras el insensato plan, era Orren Boyle, y que un intrincada mecanismo de extorsión, amenaza, presión y chantaje, similar a una calculadora irracional que se hubiera vuelto loca y realizara operaciones descabelladas, había contribuido a incrementar la presión ejercida por Boyle sobre aquellos hombres a fin de forzarlos a la entrega de la última pieza de su saqueo. Sabía también que Boyle no era la causa ni el elemento esencial a considerar, sino tan sólo un usuario oportunista. No era Boyle quien había creado ni hecho posible la máquina infernal que ponía en peligro al mundo, ni tampoco ninguno de los hombres reunidos en aquella habitación. Todos viajaban en un vehículo sin conductor y sabían que acabaría desbarrancándose en su abismo final. Y no era amor ni miedo hacia Boyle lo que los hacía aferrarse a su ruta y seguir avanzando, sino algo distinto: un elemento, todavía sin nombre, que conocían, pero que trataban de evitar; algo que nada tenía que ver con la reflexión o la esperanza; algo que Rearden identificaba como cierta expresión en sus rostros; una expresión furtiva que parecía decir: "Yo puedo salir del paso". Hank pensó: "¿Y por qué creen que pueden?".

–¡No podemos permitirnos teorías! –repitió Wesley Mouch-. Tenemos que actuar.

– Bueno, entonces voy a ofrecerles otra solución. ¿Por qué no confiscan más fundiciones y listo?

La sacudida que los estremeció fue producto de un auténtico terror.


–¡Oh! ¡No! –jadeó Mouch.

–¡Ni pensarlo! –exclamó Holloway.

–¡Somos partidarios de la libre empresa! –gritó el Dr. Ferris.

¡No queremos perjudicarlo! –añadió Lawson, alterado–. Somos sus amigos, señor Rearden. ¿No podríamos actuar juntos? Somos amigos suyos.

Al otro lado de la habitación había una mesita con un teléfono, la misma mesa y probablemente el mismo teléfono sobre los cuales otro hombre se había inclinado hacía tiempo, alguien que ya entonces comprendía lo que Rearden empezaba a comprender y que había rehusado satisfacer la petición que ahora él negaba a los actuales ocupantes del aposento. Ambos vivían el final de aquella lucha y Hank podía ver el rostro torturado de Francisco y oír sus desesperadas palabras: “Señor Rearden, le juro… por la mujer que amo… que soy su amigo”.
Tal fue el hecho que entonces calificó de traición, y ése el hombre al que había rechazado, para seguir sirviendo a los que ahora se enfrentaban a él. ¿Entonces, quién había sido el traidor? Lo pensó casi sin sentir nada, sin derecho a sentir, inconsciente de todo lo que no fuera una solemne y reverente claridad. ¿Quién había otorgado a sus actuales ocupantes los medios para obtener aquella habitación? ¿Quién había sido sacrificado y en provecho de quién?

–¡Señor Rearden! –gimió Lawson–. ¿Qué le ocurre?

Volvió la cabeza y al percibir las temerosas pupilas de Lawson, adivinó lo que éste había visto en su cara.

–¡No queremos ocupar sus fundiciones!- gritó Mouch.

–¡No queremos privarlo de su propiedad! –exclamó Ferris–. No nos comprende.

– Empiezo a entenderlos.

Se dijo que un año atrás lo hubieran asesinado; dos años atrás habrían confiscado sus propiedades; generaciones antes, pensó, hombres de esta calaña se habían podido permitir el lujo de cometer expropiaciones y asesinatos, con la seguridad de fingir ante sí mismos y ante sus víctimas que el botín material era su único objetivo. Pero el tiempo se les estaba acabando y las víctimas habían desaparecido antes de lo que pudiera prometer cualquier cálculo histórico, y ellos, los saqueadores, se encontraban ahora en la necesidad de enfrentarse a la realidad indiscutible de su objetivo.

–Escuchen –dijo Rearden, cansado–. Sé lo que desean. Quieren comerse mis fundiciones y, al mismo tiempo, tenerlas. Y todo lo que quiero saber es qué les hace suponer que es posible.

–No sé a qué se refiere –contestó Mouch, ofendido–. Ya hemos dicho que no queremos sus plantas.

–Bien. Lo diré de un modo más preciso: quieren devorarme y al mismo tiempo contar conmigo. ¿Cómo piensan lograrlo?

–No sé cómo puede decir tal cosa, luego que le aseguramos que los consideramos un elemento de importancia incalculable para el país, para la industria del acero, para…

–Les creo. Por eso este enigma resulta aún más difícil. ¿Me consideran de importancia incalculable para el país? ¡Por Dios! Me consideran de importancia incalculable hasta para sus propias vidas. Permanecen ahí sentados, temblorosos, porque saben que soy el último capaz de salvarles la vida, y porque saben también que queda poco tiempo. Sin embargo, proponen un plan para destruirme; un plan que me exige, sin lugar a dudas, sin rodeos o escapatorias, que trabaje a pérdida, que trabaje aunque cada tonelada que consiga me cueste más de lo que sacaré de ella; que mande al diablo mi riqueza, hasta que todos juntos nos muramos de hambre. Semejante irresponsabilidad no es posible en ningún hombre, ni siquiera en un saqueador. Pero para haberlo ideado, ustedes deben contar con algo. ¿Con qué cuentan?

Observó la mirada de fastidio que se pintaba en sus caras, una expresión peculiar, dotada de cierto aire secreto y al mismo tiempo resentido, como si increíblemente, fuese él quien les ocultara algo.

–No comprendo por qué adopta una actitud tan derrotista –dijo sobriamente Mouch.

–¿Derrotista? ¿Creen verdaderamente que puedo seguir trabajando dentro de ese plan?

–¡Pero se trata de una medida temporaria!

–No existen suicidios temporarios.

–¡Sólo se ejercerá mientras dure la situación de emergencia! ¡Sólo hasta que el país se recupere!

–¿Y cómo quieren que ocurra tal recuperación?

No hubo respuesta.

–¿Cómo esperan que yo produzca, después de que haya quebrado?

–Usted no quebrará. Usted producirá siempre –dijo el Dr. Ferris indiferente, ni alabándolo ni increpándolo, simplemente en el tono de quien declara un hecho natural, como si hubiera dicho a otro: “Siempre será un holgazán. No puede evitarlo, lo lleva en la sangre”. O, para ser más científico, “Usted está condicionado a ser de ese modo”.

Rearden se irguió. Era como si hubiese estado luchando por encontrar la combinación secreta de una cerradura y, de pronto, en aquellas palabras, hubiera distinguido el leve chasquido indicador de que acababa de dar con ella.

–Simplemente es cuestión de sobrellevar la crisis –indicó Mouch–, de dar un respiro al pueblo, una posibilidad de recuperarse.

–¿Y luego?

–Las cosas mejorarán.

–¿Cómo?

No hubo respuesta.

–¿Qué las mejorará?

–¡Por Dios, señor Rearden! La gente no se queda quieta –exclamó Holloway–. Hacen cosas, crecen, avanzan.

–¿Qué gente?

Holloway agitó levemente la mano.

–El pueblo –dijo.

–Pero, ¿qué pueblo? ¿El pueblo al que ustedes van a proporcionar lo que queda de Rearden Steel sin conseguir nada a cambio? ¿La gente que seguirá consumiendo más de lo que produce?

–Las condiciones cambiarán.

–¿Quién las cambiará?

No hubo respuesta.

–¿Les queda algo por saquear? Si antes no se dieron cuenta de la naturaleza de su política, puede que no lo hagan ahora. Miren a su alrededor. Todos esos malditos Estados populares desparramados por la Tierra, han venido existiendo tan sólo gracias a lo que ustedes exprimieron a este país. Pero no les queda ya nada que extraer o de qué valerse, ningún país sobre la faz de la Tierra. Éste era el más grande y el último. Lo han dejado sin sangre, lo ordeñaron por completo, y yo soy el único y último resto del esplendor que alguna vez tuvo y que ya no puede recuperar. ¿Qué harán ustedes y su mundo de Estados populares cuando hayan acabado conmigo? ¿En qué confían? ¿Qué ven en el futuro, excepto pura y simple hambruna animal?

No contestaron, ni siquiera lo miraban. En sus caras se pintaba un obstinado resentimiento, como si sus palabras contuvieran la promesa de un mentiroso.

Luego Lawson dijo suavemente, reprochándole aquello y despreciándolo a la vez:

–Después de todo, ustedes, los empresarios, llevan años y años prediciendo desastres. Han advertido catástrofes luego de cada medida progresista, y siempre aseguraron que pereceríamos. Pero no fue así.

Inició una sonrisa, pero se interrumpió al observar la repentina intensidad que se pintaba en los ojos de Rearden. Éste había escuchado otro leve chasquido en su mente, más fuerte que el anterior: el segundo cilindro había conectado la combinación de la cerradura. Se inclinó hacia delante.

–¿Con qué cuentan? – preguntó. Su tono había cambiado, ahora era bajo y sonaba de un modo regular con el sonido persistente de una perforadora.

–¡Sólo es cuestión de ganar tiempo! –exclamó Mouch.

–Ya no tenemos más tiempo.

–Necesitamos una oportunidad –dijo Lawson.

–Ya no hay oportunidades.

–¡Sólo hasta que nos recuperemos! –gritó Holloway.

–No hay modo de recuperarse.

–Hasta que nuestra política empiece a dar resultado –agregó Ferris.

–No hay modo de que lo irracional funcione. –No hubo respuesta. – ¿Qué puede ya salvarlos?

–¡Usted hará algo! –exclamó James Taggart.

Entonces, aunque se trataba de una frase que había escuchado muchas veces en el transcurso de su vida, esta vez provocó un estallido ensordecedor en su interior, como si la puerta de acero se hubiese abierto luego de colocarse en su sitio el cilindro final, completando con su minúscula numeración la suma de un todo que servía para abrir el cerrojo complejo. La respuesta unía todas las piezas; tanto las preguntas formuladas como las heridas sin resolver en su existencia.

En el momento de silencio que siguió, tuvo la impresión de escuchar la voz de Francisco preguntándolo también ahora, en el recinto en que se hallaban: "¿Quién es el más culpable de los aquí reunidos?". En el pasado había respondido: "Supongo que… James Taggart", y Francisco, sin reproche, había disentido: "No, señor Rearden, no es James Taggart". Ahora, en esta habitación y en el presente instante, su mente respondió: "Soy yo".

Había maldecido a estos saqueadores por su obstinada ceguera, y era él quien la había hecho posible. Desde la primera extorsión que aceptara, desde la primera disposición que obedeciera, les había dado motivos para creer que la realidad era algo a lo que podían engañar; que podía exigirse lo irracional y que alguien lo aportaría de un modo u otro. Si había aceptado la ley de Igualación de Oportunidades; si había aceptado el decreto 10-289; si había acatado la regla según la cual aquéllos que no igualaban sus cualidades tenían el derecho a disponer de ellas. Si aquéllos que no habían sabido ganarse la vida obtenían beneficios y, en cambio, los otros sólo experimentaban pérdidas; si los incapaces de pensar eran quienes mandaban y los otros quienes obedecían… ¿eran ilógicos al creer que vivían en un universo irracional? Él había obrado en beneficio de ellos y había aportado todo lo que le pidieron. ¿Eran ilógicos al creer que sólo tenían que desear sin preocuparse por lo posible, mientras él estaba destinado a atender sus deseos, por medios que no se tomaban la molestia de conocer ni de nombrar? Aquellos impotentes místicos, luchando por escapar de la responsabilidad de la razón ¿sabían que él, el racionalista, se doblegaba a sus caprichos; que les había entregado un cheque en blanco sobre la realidad?... ¿Qué no debía preguntar por qué, ni ellos, cómo? Le exigirían que entregase una parte de su riqueza, luego todo cuanto tuviese y, más tarde, incluso más que eso… ¿Imposible?... No. Él haría algo.

No se dio cuenta de que se había puesto de pie y que contemplaba desde su altura a James Taggart, viendo en la acusada descomposición de sus facciones la respuesta a todas las destrucciones presenciadas en el curso de su vida.

–¿Qué le ocurre, señor Rearden? ¿Qué he dicho? –preguntaba Taggart con creciente ansiedad, pero la mente de Hank se hallaba fuera del alcance de su voz.

Estaba contemplando el paso de los años, las monstruosas extorsiones, las imposibles demandas, las inexplicables victorias del mal, los absurdos planes y los ininteligibles objetivos proclamados en volúmenes de fangosa filosofía. La desesperada perplejidad de las víctimas, según las cuales alguna malévola y compleja sabiduría movía las fuerzas destructoras del mundo. Y todo eso había descansado sobre una condición evidenciada ahora en los vacilantes ojos de los vencedores: "¡Él hará algo! ¡Saldremos del apuro! ¡Él hará algo!".

"Ustedes, los empresarios, se lo pasan predicando que pereceremos." Era cierto, pensó. No habían sido ciegos a la realidad, pero él sí, ciego a la realidad que él mismo se había creado. No, no habían perecido. ¿Pero quién sí? ¿Quién pereció para pagar aquella supervivencia? Ellys Wyatt… Ken Danagger… Francisco d`Anconia.

domingo, 25 de julio de 2010

La responsabilidad de un liberal (intentado mejorar el mundo)

En el siguiente video del canal New Media de la Universidad Francisco Marroquín (UFM), Gabriel Gasave afirma la vigencia actual del debate entre Hayek y Keynes. De forma breve pero precisa nos explica las causas de la actual crisis y de las anteriores y por qué las ideas keynesianas han llegado a ser tan populares entre los Estados. Al final nos lanza un reto a todos los liberales para que contribuyamos a extender la idea de la defensa de la libertad en la economía. Este reto me ha hecho reflexionar.

Creé el blog por un deseo de comunicación y luego se ha convertido en un pasatiempo. Sin embargo, sin rechazar esos objetivos, he comprendido que existe uno más importante. Sin delirios de grandeza y con toda la humildad posible, he comprendido que es una obligación moral dar a conocer las ideas liberales, y en especial las económicas que nos presenta la Escuela Austriaca. Rodeados en la actualidad por una asfixiante atmósfera keynesiana, mucha gente se siente perdida sin entender las razones de los sucesos que acontecen. La mencionada Escuela Austriaca nos da una visión alternativa de los hechos y en esencia nos ofrece la idea de que solamente la exigencia de la libertad individual en el ámbito económico nos puede llevar a mayores niveles de bienestar. Como católico sé que el mundo no se cambia modificando las estructuras sino intentando influir en cada uno de aquellos que nos rodean. No se trata de hacer proselitismo sino de compartir un conocimiento que consideramos importante. Dar una visión alternativa de los hechos puede significar para alguien el descubrimiento de un nuevo mundo a explorar. Un descubrimiento que tendrá luego que profundizar utilizando su propia libertad, pues todos nosotros tan sólo pretendemos ser hombres libres compartiendo un trecho del camino.


domingo, 20 de junio de 2010

La revolución liberal de Zapatero por medio de la reforma laboral

El Real Decreto Ley que plasma la Reforma Laboral es un documento curioso. En la exposición del mismo podemos encontrar bastante propaganda, como cuando indica que "los indicadores de coyuntura que se van conociendo apuntan de forma cada vez más nítida a una incipiente salida de la situación recesiva, y, en consecuencia, al inicio de una fase económica cualitativamente diferente de la atravesada en los últimos dos años". Por otra parte, el Gobierno, temeroso de que lo llamen neoliberal, intenta justificar en varias ocasiones el motivo de la reforma. Así, cuando señala la disminución de la indemnización por despido la presenta diciendo que "se preserva, en consecuencia, el compromiso del Gobierno de mantener los derechos de los trabajadores y aliviar a las empresas de una parte de los costes extintivos. Esta medida no supone una asunción por el Estado de una parte de los mismos ya que se instrumenta a través de un organismo público que se nutre exclusivamente de cotizaciones empresariales". Como podemos ver, existe una marcada intensión de quedar bien con todos, ya sea con los organismos que le exigen la toma de medidas, ya sea con aquellos que siempre ha dicho defender.

Y entre toda esta retórica de autojustificación, he podido ver con cierto asombro como el Gobierno propone la creación de un fondo de capitalización que sirva para cubrir diversas contingencias del trabajador, tales como el despido, la movilidad geográfica, actividades de formación o la jubilación:

"El Gobierno, en el plazo máximo de un año a partir de la entrada en vigor de este real decreto-ley, previa consulta con las organizaciones empresariales y sindicales más representativas, aprobará un proyecto de ley por el que, sin incremento de las cotizaciones empresariales, se regule la constitución de un Fondo de capitalización para los trabajadores mantenido a lo largo de su vida laboral, por una cantidad equivalente a un número de días de salario por año de servicio a determinar".

No especifica demasiado en qué consistirá dicho fondo de capitalización, pero parece deducirse que, ya que no supondrá un aumento de las cotizaciones empresariales, el fondo ha de constituirse con una parte del sueldo del trabajador que le será deducida. Esta idea ha sido defendida por muchos liberales y si se realizase de una forma efectiva podría suponer el abandono por parte del Estado del actual sistema de protección del trabajador para ponerlos en manos de la iniciativa privada. En la actualidad, las cotizaciones obligatorias a la Seguridad Social en razón al contrato de trabajo suponen una media de unos 567 euros mensuales [Encuesta Trimestral de Coste Laboral (ETCL) Primer Trimestre de 2010]. ¿Qué ocurriría si se le diese libertad al trabajador para añadir a su sueldo una gran parte de esta cantidad y se le presentara la opción de decidir cobrarla o añadirla a este fondo de capitalización? ¡Mira a ver si va a ser Zapatero el presidente más liberal que ha tenido España! No sé, pero algo me dice que esto va a quedar en nada. Que maravilloso sería equivocarme.

martes, 25 de mayo de 2010

Un manifiesto liberal: La Gaita del Estatuto


La semana pasada publiqué el video "La Salida. El Capitalismo Liberal". Al final del documental se escuchaba el comienzo de una composición venezolana titulada "La Gaita del Estatuto". Hace tiempo que conozco esta canción y su texto me impacta cada vez que la escucho. La composición constituye todo un manifiesto liberal. Su letra fue compuesta por Leandro Zuleta, la canta Alberto Valencia y ha sido promovida por el movimiento "Rumbo Propio". Aquí les dejo el audio y su letra.




INTRODUCCIÓN

Del Creador muy bendecida
somos Zulia gran nación
por culpa de la opresión
hoy muy pobre y muy hundida
Sin desear separatismo
de Venezuela querida
buscamos ya la salida
del horrendo socialismo

I

Ya basta de despotismo
y de aguantar con paciencia,
se aprende de la experiencia:
¡Que venga el capitalismo!
Rumbo Propio pa’ nosotros,
insistimos con el tema,
para cambiar el sistema
aunque no sigan los otros
De coraje y gallardía
es por eso nuestro grito:
Rumbo Propio tierra mía,
Rumbo Propio es requisito,
¡Estatuto! ¡Plebiscito!
¡Libertad y Autonomía!

II

No queremos la desidia
izquierdismo ni pobreza.
En el Zulia la riqueza
se produce y no se envidia
Lo tenemos que aprender:
comunismo no es cristiano,
no es divino ni es humano,
no te dejéis convencer
De coraje y gallardía
es por eso nuestro grito:
Rumbo Propio tierra mía,
Rumbo Propio es requisito,
¡Estatuto! ¡Plebiscito!
¡Libertad y Autonomía!

III

El Zulia es noble país
de tradición liberal,
y el estatismo es un mal
para quitar de raíz
Ser rico no es un pecado
como es mentir o robar,
no te dejéis embromar
con un cuento equivocado
De coraje y gallardía
es por eso nuestro grito:
Rumbo Propio tierra mía,
Rumbo Propio es requisito,
¡Estatuto! ¡Plebiscito!
¡Libertad y Autonomía!

FINAL

Es la gaita liberal
que ya se hace nacional,
la gaita más zulianista
la gaita capitalista.

La gaita de Rumbo Propio,
de gracia con mucho acopio,
del Zulia muy sabio fruto:
La Gaita del Estatuto.

-¿La qué …?


Enlaces relacionados:
La gaita del estatuto (Alberto Mansueti) - Analítica.com

miércoles, 19 de mayo de 2010

La Salida a la crisis: El Capitalismo Liberal

A pesar de que muchas voces interesadas o poco formadas digan todo lo contrario, la crisis actual que vive España no es una crisis provocada por el capitalismo. Al contrario, es una crisis de la socialdemocracia o del actual Estado del Bienestar que demuestran ahora, con aterradora crudeza, la ineficacia de sus planteamientos. Como es bien sabido por todos los que han seguido los acontecimientos, la crisis se dio a conocer por los problemas financieros acontecidos en los Estados Unidos. Rápidamente, aquellos sectores de la izquierda que realizaba su particular travesía del desierto ideológica vieron la ocasión perfecta para echar las culpas al capitalismo.

Sin embargo, la teoría austriaca del ciclo económico permite descubrir la verdadera causa de la catástrofe: en esencia, nuestro sistema bancario y monetario es tan socialista como los antiguos planes quinquenales de la URSS. Organismos estatales, los bancos centrales, dictan sus normas intervencionistas y en su ciega prepotencia manipulan a su antojo los tipos de intereses, intentando fijar de este modo la preferencia temporal de millones de personas.

¿Se están tomando las soluciones adecuadas para solventar la crisis? En el mejor de los casos se conseguirá sortear a duras penas las dificultades. Pero todo será un parche que durará poco y provocará el acaecimiento de una nueva crisis.

Y entonces, ¿qué nos queda? Nos queda intentar lo que posiblemente nunca se haya llegado a intentar en serio: el capitalismo liberal. Es el momento de abandonar de una vez por todas esos hábitos socialistas y keynesianos, solamente defendidos por una falta de valor para abandonar prejuicios ideológicos, y tan queridos por los Estados al proporcionarles una base teórica para sus ansias intervencionistas.

En octubre del 2006, José Carlos Rodríguez nos daba a conocer un documental titulado “La Salida: El capitalismo liberal”. Obra de Oliver Laufer y Christian Perli, miembros del ODLV, nos da un planteamiento inicial del camino mencionado a seguir.

Antes de ver el video, me gustaría exponer algunas ideas. En el documental se nos indica que las funciones de un Estado liberal estaría limitadas a la Seguridad (tanto física como jurídica), a la Justicia y las Obras Públicas. Cualquier liberal minarquista estaría de acuerdo con las dos primeras funciones y puede que no tanto con la tercera. Particularmente considero que puede ser un planteamiento inicial antes de encontrar una solución satisfactoria al problema de los bienes públicos, aunque no debería desecharse la idea de privatizar los mismos y reducir aun más el Estado para limitarlo al ejercicio de las dos primeras funciones.

Otra idea que se presenta en el documental es la función social del Estado. Aquí sí considero que la iniciativa privada puede lograr mejores resultados. Buen ejemplo de ellos son las instituciones católicas tales como Cáritas que han demostrado su valía a lo largo de los años. Y todo ello, sin la colaboración necesaria del Estado.

Por último, comentar el caso del movimiento "Rumbo Propio" que defiende una autonomía para Zulia, un estado venezolano. El planteamiento autonomista tal como ha sido desarrollado en España ha demostrado ser un problema más que una solución. Analizar el mencionado movimiento venezolano sería motivo de una entrada propia por lo que sólo comentaré que las razones de sus peticiones, así como el marco de su aplicación en un Estado federal, seguramente lo diferencian en gran medida del planteamiento autonomista español.



Enlaces relacionados:
Organización por la Democracia Liberal en Venezuela (ODLV)
Democracia Liberal (MDL)

martes, 4 de mayo de 2010

El concepto de persona y la naturaleza humana.

En una anterior entrada planteaba el problema de la distinción entre ser humano y persona. Entendido el ser humano como un ser vivo perteneciente a la especie homo sapiens, la definición biológica queda resuelta. En función de su estructura genética se puede clasificar de forma objetiva lo que es un ser humano. Sin embargo, con este primer paso no hemos hecho más que apartar el primer velo del misterio, pues ¿es el hombre sólo el producto de su genoma? ¿Es el hombre esencialmente diferente al resto de los seres vivos que habitan o han habitado esta Tierra?

En la película dirigida por Steven Spielberg, I.A. Inteligencia Artificial, una empresa de robots se propone diseñar uno capaz de amar, pues la capacidad de razonar ya es común en modelos anteriores. El robot es construido y dado a una pareja. Por distintos motivos que no comento para no desvelar la trama de la película, la pareja decide devolver el robot a su fabricante, sabiendo que debido a sus características será destruido. A continuación pongo la escena donde la "madre" se dirige a las instalaciones de la empresa:


Es difícil no sentir empatía y una profunda tristeza por el robot que es abandonado, incluso sabiendo que no es más que un conjunto de circuitos que reproducen a un ser humano… ¿o es algo más? ¿Lo convierte su capacidad de pensar y amar en una persona a pesar de no ser biológicamente un hombre?

En un artículo titulado “Persona y vida humana desde la noción de persona de Xavier Zubiri”, la Dra. Blanca Castilla y Cortázar nos relaciona las peculiaridades más decisivas de la persona de la siguiente manera:

1) su irrepetibilidad, que los clásicos denominaban incomunicabilidad, y

2) su apertura y relación con los demás, es decir, su máxima comunicabilidad, a través de la inteligencia y de la libertad, que posibilitan el conocimiento y el amor.

Mediante estas características ya hemos avanzado un paso más allá de la simple definición biológica de ser humano. ¿La existencia de las mismas dota a este ser vivo que somos de una naturaleza especial, o existe una esencia ontológica en el hombre que se manifiesta a través de estas propiedades, siguiendo el conocido adagio “operari sequitur esse”, el actuar sigue al ser? La opción por una u otra respuesta será básica para construir un determinado modelo de Estado y una determinada opción liberal.

domingo, 2 de mayo de 2010

Liberalismo: Más allá del concepto de libertad

Una de las cosas que más pueden sorprender a alguien ajeno al liberalismo son las posturas encontradas que existen entre los liberales en relación a determinados asuntos tales como el aborto, la eutanasia, el uso de drogas o el suicidio. Podría parecer a simple vista que el liberalismo constituye una especie de cajón de sastre que puede contener ya sea una idea como su contraria.

Si acudimos al diccionario de la RAE, éste define liberalismo de la siguiente manera:

1. m. Actitud que propugna la libertad y la tolerancia en las relaciones humanas.

2. m. Doctrina política que defiende las libertades y la iniciativa individual, y limita la intervención del Estado y de los poderes públicos en la vida social, económica y cultural.

Cualquier liberal estaría de acuerdo con estas definiciones pues la esencia del liberalismo, cualquiera que sea la manera que se entienda, es el respeto a la libertad del hombre.

Y sin embargo, esto no basta. He escrito "respeto a la libertad del hombre". ¡He aquí el núcleo del problema de las distintas posturas existentes entre los liberales! Es decir, ¿qué entiende un liberal por hombre? Desde el punto de vista biológico no puede haber ninguna discusión. El hombre es un ser perteneciente a la especie humana y fácilmente distinguible y clasificable en función de su código genético. Esto es fácilmente comprensible e imposible de negar salvo por algunos políticos que pueden que no hayan estado atentos en sus clases de bachillerato o no se dejen cegar por posturas ideológicas:


Bromas apartes, es evidente por lo comentado que las diferencias no pueden venir de esta clasificación biológica. Por ello, la pregunta debe plantearse de otra manera: ¿qué entiende un liberal por persona? Y como complemento, ¿son todos los seres humanos, tal como los hemos definido biológicamente, personas?

La respuesta a esta pregunta es fundamental para definir el liberalismo así como cualquier otra teoría política. En próximas entradas trataré de definir el concepto de persona y mostrar las distintas definiciones que defienden los liberales.

domingo, 18 de abril de 2010

Ser liberal, ser malvado... ser culpable

Muchos, incluso con ideologías o creencias enfrentadas, consideran que un liberal es un ser despreciable, egoísta, explotador e incluso pecador. Amigo de los ricos y de las grandes corporaciones que hacen trabajar a los niños y contaminan el aire y las aguas. Codicioso e incapaz de ejercer la caridad para ayudar a los demás. Especulador, responsable de la actual crisis y del calentamiento global. Partidario de dejar morir a aquellos que no puedan pagar su asistencia médica y pedir que se bajen las pensiones a los ancianos. Complaciente con los empresarios que explotan a los trabajadores y con la semana de 65 horas. Encantado con una enseñanza privada que permita que sólo los hijos de los más pudientes puedan tener una educación digna. Defensor de las instituciones financieras que ahogan al pobre y se aprovechan de las malas rachas para quedarse con las casas de los que no pueden pagar sus hipotecas. Acostumbrado a llamar al parado vago, parásito y merecedor de su suerte. Culpable del hambre en el mundo y de la miseria en los países subdesarrollados.

Estoy seguro que los que opinan de esta manera, al ver el siguiente video, no dudaría en llamar liberal al personaje que representa Alec Baldwin:



Y si un liberal fuera todo eso, ¿quién querría definirse como tal? Por supuesto, yo no…
Y sin embargo, soy liberal. ¿No será que muchos, incluso con ideologías o creencia enfrentadas, se equivocan y en lugar de definir a un liberal están describiendo al demonio?

domingo, 21 de marzo de 2010

Regenerando la Democracia: quitemos el poder a los Partidos

Hace unos días, en la Televisión Canaria, durante una mesa redonda donde era entrevistado Sergio Alonso (un importante empresario canario), éste expresó una idea interesante sobre las funciones del Parlamento:




Es curiosa la reacción del entrevistador cuando el empresario exponía la deseable reacción de un Parlamento cesando al Gobierno. Supongo que fue porque imaginaba la extraña circunstancia de parlamentarios del grupo que gobierna votando en contra del Ejecutivo. Pero precisamente este debería ser unos de los pilares de la Democracia: la División de Poderes. Sin embargo, el sistema político español ha avanzado justo en la dirección contraria. Con la actual forma de elección de miembros del Consejo General del Poder Judicial por parte del Parlamento y con el control del Parlamento por parte del Gobierno, en realidad los tres poderes casi se han convertido en uno solo: el Poder Ejecutivo. Si a esto añadimos que quien preside el Ejecutivo es al mismo tiempo el líder de un partido, podemos llegar a la alarmante conclusión que nuestra actual democracia prácticamente se ha convertido en una Partitocracia.

¿Es realmente necesaria la existencia de partidos políticos tal como existen en la actualidad? Yo personalmente no lo creo. Es más, precisamente si queremos conseguir mejorar nuestro actual sistema político deberíamos disminuir el poder de los partidos. Sin embargo, ¿cuál sería el mejor modo de hacerlo? Si estudiamos un poco el funcionamiento de la Democracia en los Estados Unidos, podríamos vislumbrar la respuesta.

A pesar de que es bien sabido que en los Estados Unidos existen dos partidos principales, la organización de estos no tiene nada que ver con aquella de los partidos españoles. Aunque los sistemas electorales de cada Estado pueden variar, analizacemos el caso más frecuente. En el país norteamericano, cuando alguien desea votar ha de inscribirse previamente. Aunque pueda parecernos algo extraño, en el momento de la inscripción se puede elegir ser miembro de un partido, sin mayores requisitos. Esto le posibilitará participar en las elecciones primarias, donde son elegidos los representantes de los partidos para las elecciones generales. Y estos representantes realmente no son impuestos por una estructura nacional que elabora unas listas. La selección de candidatos se realiza a nivel de condado (similares a nuestros ayuntamientos). Es aquí donde la gente se organiza y participa. Además, para ser candidato electoral, solamente se ha de contar con la firma de entre 5.000 y 25.000 personas que te apoyen. Toda esta forma de organización política hace que la democracia sea realmente participativa.

La anterior forma de elección de candidatos permite que estos conserven su independencia cuando se convierten en congresistas, ya que a pesar de pertenecer a un partido, mantienen sus propios criterios en relación a cualquier asunto. Tanto es así que existen los llamados “Whip”, unos congresistas que han sido designados para conseguir el apoyo de sus propios compañeros de Partido.

En España se han oído algunas voces que proponen ideas parecidas. En la Constitución Española, la única mención a los partidos políticos se hace en el artículo 6:

“Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.”

Como se puede ver, este artículo consagra la idea que los partido son un instrumento fundamental para el funcionamiento de la Democracia. Quizás era una redacción necesaria para una sociedad no acostumbrada a las reglas del juego democrático, pero puede que sea hora de pasar el siguiente nivel.

Uno de los conceptos que se manejan para promover la participación ciudadana en la política son las llamadas "Listas Abiertas". Mediante ellas se dejaría en manos de los votantes la elección de los parlamentarios. Sin embargo, es curioso como desde posiciones de izquierda, se vean como un problema. En un artículo de Roger Senserrich, autor del blog "Materias Grises", se afirmaba:

“¿Son las listas abiertas una mala idea? No, en absoluto. Mejoran la representación de los votantes, y en ciertos contextos puede forzar a los políticos a acercarse más a los votantes. El problema es que no son una solución mágica, ni mucho menos, y que demasiado a menudo o no hace absolutamente nada o se convierte en un ruidoso desastre imposible de controlar de forma efectiva. Implementar una solución así puede ser buena idea, pero sus efectos serían, en el mejor de los casos, muy limitados.”

Creo que este planteamiento en el fondo traspasa la idea de la conveniencia un Estado grande e intervencionista al sistema de partidos políticos, pues considera a los ciudadanos poco preparados para elegir a sus representantes, siendo los partidos los encargados de esta misión. Como liberal, no deseo un Estado omnipresente y prepotente, como liberal tampoco quiero unos partidos que me digan a quién he de votar. Ya es hora de que los políticos me dejen usar mi libertad para elegirlos.


Para finalizar, dejo a continuación un interesante artículo de Robert G. Neumann publicado en 1955. Discrepo con algunas afirmaciones del texto, como su apoyo a las medidas tomadas por Roosevelt durante la Depresión, pero constituye un buen resumen del funcionamiento de los partidos en los Estados Unidos.

¿Tiene America un sistema de dos partidos?




jueves, 11 de marzo de 2010

Federico Jiménez Losantos habla sobre la alianza entre católicos y liberales

"La alianza de católicos y liberales es la única alternativa real al socialismo"

Estas fueron las esperanzadoras palabras de Federico Jiménez Losantos el pasado lunes en el programa "Es la noche de César". Posiblemente una alianza llena de dificultades e incluso desencuentros, pero realmente prometedora y necesaria para poder contrarrestar la hegemonía progre que existe en España. El coloquio que siguió a estas palabras fue muy interesante y puede ser escuchado en el siguiente audio:





Enlaces relacionados:
Tertulia política de César, X aniversario de LD - esRadio
In illo tempore, hic et nunc - Federico Jiménez Losantos

viernes, 9 de octubre de 2009

La Guerra de los Michael

Interesante entrada en Mises Daily en español: ¿Ver Capitalism o ver Broke?

sábado, 26 de septiembre de 2009

Lecturas recomendadas para un liberal autodidacta

Esta semana, en su blog, Rallo nos anunciaba la publicación del nuevo libro de José Antonio de Aguirre "El capitalismo y la riqueza de las naciones". Aproveché la ocasión para preguntar sobre los libros a leer para profundizar en las nociones básicas de la Teoría Económica Liberal Austriaca, ya que desde hace unos meses me he planteado ser más metódico y llevar una especie de "plan de estudio". Los libros que inicialmente había elegido son los siguientes:

Principios de Economía Política
Teoría Positiva del Capital
La Teoría del Dinero y del Crédito
Precios y Producción
La Acción Humana
Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos
Tiempo Y Dinero

Mi intención era leerlos en orden cronológico, pero una vez vistas las distintas aportaciones en el blog, seguiré sus consejos y después de haber leído Principios de Economía Política, y terminado Teoría Positiva del Capital (ya lo he empezado y voy por la mitad, dejarlo ahora me parece desaprovechar lo leído), el orden de lectura será el siguiente:

La Acción Humana
Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos
La Teoría del Dinero y del Crédito
Precios y Producción
Tiempo y Dinero (no lo encuentro en la web de Unión Editorial)

Y como complemento a estos libros leeré los siguientes:

Historia Del Pensamiento Económico (volumen I y II)
El capitalismo y la riqueza de las naciones

Por cierto, ya que estamos hablando de Economía me he tomado la molestia de sumar el precio de todos los libros, siendo éste de 324 euros. ¿Barato o caro? Bueno, ya sabemos que el valor depende en parte de la magnitud de las necesidades que estos libros satisfagan, aunque siempre podremos decir como el anuncio: libros de economía… 324 euros, ser capaz de leerlos todos y comprenderlos… no tiene precio.

Para terminar, indicar que también me han recomendado los siguientes (para algunos habrá que esforzarse con el inglés, ya que no están traducidos):

Teoría e Historia (sobre epistemología y filosofía de la Economía Liberal, con una interesante introducción de Gabriel Zanotti)
Liberalismo (sobre aspectos básicos del liberalismo, me recuerda a “Camino de Servidumbre”)
Man, Economy and State
Capitalism

sábado, 29 de agosto de 2009

¿Para qué sirve la libertad?

En el anterior mensaje hablaba sobre la verdadera esencia de liberalismo y llegué a la conclusión que lo que diferencia a un liberal de un colectivista era su mayor o menor aprecio por la libertad. Sin embargo, surge inmediatamente la pregunta del fin último de la libertad, es decir ¿para qué queremos ser libres?

La respuesta que demos definirá el sentido de nuestra vida. De esta forma, hacernos esta pregunta es lo mismo que interrogarnos sobre el fin de nuestra existencia y no cabe ninguna duda que desde siempre el hombre ha tratado de buscar dicho fin. Siguiendo este razonamiento, muchos han llegado a la conclusión que el fin último de toda persona es la felicidad. Por lo tanto, la libertad es solamente un medio para la consecución de dicho fin.

Muchos definen la libertad como la capacidad que tiene el individuo de tomar sus propias decisiones siempre que estas no colisionen con la libertad del otro. Es bien conocida la frase “mi libertad termina donde empieza la del otro”. Sin embargo, el concepto de libertad que propongo tiene un enfoque diferente sin negar la verdad de la anterior definición. Para mí, el concepto de libertad trasciende dicha afirmación y la completa. Así, la libertad es la capacidad que tenemos para decidir entre la felicidad y la infelicidad. Y esto es así porque debido a nuestra naturaleza racional podemos elegir entre ambas posibilidades. Y elegir la infelicidad, aunque parezca un acto de la libertad, es en realidad un defecto de la misma, ya que todo acto que nos aleje de nuestro fin último es radicalmente incorrecto. De esta forma, de alguna manera, elegir la infelicidad es elegir la esclavitud.

Para completar el concepto de libertad no debemos olvidar que ésta es una manifestación de nuestra voluntad y que dicha voluntad no podrá ser correctamente utilizada si no es iluminada por nuestra razón. Y ya que nuestra razón no es perfecta, podemos cometer errores que llevarán a nuestra voluntad a tomar decisiones incorrectas, siendo capaces de utilizar nuestra libertad para apartarnos de nuestro fin último que es la felicidad.

Por último, dejo un pensamiento de Santo Tomás de Aquino que da la visión moral de lo anteriormente comentado:

“Todo ser es lo que le conviene ser por su propia naturaleza. Por consiguiente, cuando es movido por un agente exterior, no obra por su propia naturaleza, sino por un impulso ajeno, lo cual es propio de un esclavo. Ahora bien: el hombre, por su propia naturaleza, es un ser racional. Por tanto, cuando obra según la razón, actúa en virtud de un impulso propio y de acuerdo con su naturaleza, en lo cual consiste precisamente la libertad; pero cuando peca, obra al margen de la razón, y actúa entonces lo mismo que si fuese movido por otro y estuviese sometido al dominio ajeno; y por esto, el que comete el pecado es siervo del pecado”(1)


(1) In Ioannem 8 lect.4 n.3


Es interesante ver como incluso la Ciencia trata de hallar las pautas para conseguir la felicidad. Viene a ser una opción diferente a la Religión que en esencia también trata de conseguirla (y perdóneseme la simplificación). Un ejemplo de cómo la Ciencia puede afrontar el problema está expresado en el blog de Eduar Punset y en los documentales "Ser feliz es cuestión de voluntad" y "Decálogo para vivir mejor" de la serie de televisión “Redes”.

miércoles, 26 de agosto de 2009

¿Solo liberalismo económico?

"En un país donde el único patrono es el Estado, la oposición significa la muerte por consunción lenta. El viejo principio «el que no trabaje no comerá» ha sido remplazado por uno nuevo: el que no obedezca no comerá" (Trostky, 1937)

En un blog el otro día, alguien negó la posibilidad de separar el liberalismo económico del político. Todo esto venía de la eterna discusión sobre qué es el liberalismo. Realmente del liberalismo sólo me interesa su vertiente económica. ¿Es este planteamiento incorrecto? Pienso que el modo de afrontar el problema de la escasez es suficientemente importante como para elaborar una teoría de actuación. Y en esencia, la Economía no es otra cosa que la ciencia que estudia como actuar frente a la escasez. Hasta el momento la Escuela Austriaca me parece el enfoque más correcto de esta ciencia, y mis esfuerzos se centran en ver si dicha escuela es compatible con el catolicismo.

Por otro parte, no estaría de más hacer un esfuerzo para averiguar cual es la verdadera esencia del liberalismo. Realmente creo que lo único que diferencia a un liberal de un colectivista (socialista), es la idea que sólo el individuo tiene derecho a tomar las decisiones que afecten a su vida. En definitiva que el individuo sea libre. El siguiente paso será definir qué es la libertad. Una definición muy exacta sería la siguiente:

La libertad es […], patrimonio exclusivo de los seres dotados de inteligencia o razón. Considerada en su misma naturaleza, esta libertad no es otra cosa que la facultad de elegir entre los medios que son aptos para alcanzar un fin determinado, en el sentido de que el que tiene facultad de elegir una cosa entre muchas es dueño de sus propias acciones.

¿A que suena bastante liberal e incluso austriaco? Yo diría que si. Lo interesante de la anterior definición es que fue hecha por el papa León XIII en su encíclica Libertas Praestantissimum en 1888.