Las manifestaciones y tumultos en Valencia de los últimos días han vuelto a demostrar como la izquierda es hábil en instrumentalizar a la opinión pública y crear historias truculentas apenas apoyadas en la realidad de los hechos.
Nada de esto es nuevo para la izquierda y contemplamos con tristeza como la derecha en el Gobierno actúa de forma timorata, como avergonzada y convencida de su falta de legitimidad para gobernar y tomar las medidas que considere adecuadas. ¿No tiene acaso la legitimidad del mandato obtenido en las urnas hace apenas dos meses?
Si repasamos nuestra historia reciente podremos ver ejemplos muy descriptivos de que la izquierda, que tanto presume de su carácter democrático, no acepta muy bien la derrota en las urnas y que está dispuesta a manipular los hechos a través de una ágil propaganda para conseguir su objetivo: el poder.
En 1933, el Gobierno de izquierdas de Manuel Azaña está herido de muerte. Acontecimientos tales como los de Casas Viejas han distanciado a los republicanos de izquierda y a los socialistas. El presidente de la República se ve obligado en septiembre a disolver las Cortes y a convocar elecciones para el 19 de noviembre de ese mismo año.
Las elecciones convierten a la derecha en un claro vencedor: 375 escaños frente a los 95 de los partidos de izquierda. La CEDA de José María Gil Robles con 115 escaños encabeza la lista de partidos de derecha, mientras que el PSOE de Francisco Largo Caballero, con 60, las formaciones de izquierda. A pesar de la mayoría de escaños de la CEDA, ésta no forma Gobierno, sino que es Alejandro Lerroux, del Partido Republicano Radical, quien se encarga de esta misión. A partir de ese momento comienzan una serie de actos violentos: huelgas, asesinatos de miembros de las fuerzas del orden y civiles y descubrimiento de alijos de armas en manos de dirigentes socialistas, como el caso de Juan Lozano Ruiz, la Casa del Pueblo de Madrid y el barco Turquesa, donde se incautan 116.000 cartuchos para fusil y partidas de pistolas, revólveres y cargadores. ¿Eran hechos aislados y espontáneos? Lo analizaremos en la siguiente entrada.
Nada de esto es nuevo para la izquierda y contemplamos con tristeza como la derecha en el Gobierno actúa de forma timorata, como avergonzada y convencida de su falta de legitimidad para gobernar y tomar las medidas que considere adecuadas. ¿No tiene acaso la legitimidad del mandato obtenido en las urnas hace apenas dos meses?
Si repasamos nuestra historia reciente podremos ver ejemplos muy descriptivos de que la izquierda, que tanto presume de su carácter democrático, no acepta muy bien la derrota en las urnas y que está dispuesta a manipular los hechos a través de una ágil propaganda para conseguir su objetivo: el poder.
En 1933, el Gobierno de izquierdas de Manuel Azaña está herido de muerte. Acontecimientos tales como los de Casas Viejas han distanciado a los republicanos de izquierda y a los socialistas. El presidente de la República se ve obligado en septiembre a disolver las Cortes y a convocar elecciones para el 19 de noviembre de ese mismo año.
Las elecciones convierten a la derecha en un claro vencedor: 375 escaños frente a los 95 de los partidos de izquierda. La CEDA de José María Gil Robles con 115 escaños encabeza la lista de partidos de derecha, mientras que el PSOE de Francisco Largo Caballero, con 60, las formaciones de izquierda. A pesar de la mayoría de escaños de la CEDA, ésta no forma Gobierno, sino que es Alejandro Lerroux, del Partido Republicano Radical, quien se encarga de esta misión. A partir de ese momento comienzan una serie de actos violentos: huelgas, asesinatos de miembros de las fuerzas del orden y civiles y descubrimiento de alijos de armas en manos de dirigentes socialistas, como el caso de Juan Lozano Ruiz, la Casa del Pueblo de Madrid y el barco Turquesa, donde se incautan 116.000 cartuchos para fusil y partidas de pistolas, revólveres y cargadores. ¿Eran hechos aislados y espontáneos? Lo analizaremos en la siguiente entrada.
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