sábado, 4 de diciembre de 2010

La crisis de los controladores: Los resultados del intervencionismo

No podría comenzar esta entrada sin lamentar la terrible situación de centenares de miles de personas que están sufriendo las consecuencias de la actual crisis de los controladores. Ellos son en realidad los verdaderos perjudicados.

Sin embargo, más allá de señalar los responsables finales de la actual situación me gustaría compartir mi reflexión sobre las causas últimas de esta pandemonio aéreo.

En España, salvo contadas excepciones, el servicio que prestan los aeropuertos se ofrece a través de una entidad pública empresarial, en este caso Aena, que es también propietaria de los mismos. En esencia, este planteamiento es el resultado de considerar que los servicios mencionados son imposibles de ser ofertados por la iniciativa privada. Y al final lo que resulta de esta toma de posición es la creación un monopolio estatal. Frente a aquellos que consideran que uno de los peligros del mercado es la creación de monopolios, podemos comprobar una vez más como es el Estado quien crea, favorece y mantiene posiciones monopolísticas.

Y he ahí la esencia del problema cuyas consecuencias sufre todo el país. Trascendiendo cualquier posicionamiento frente al Gobierno de turno, hay que decir alto y claro que la crisis de los controladores ha sido provocada por el mismo Estado y por su arrogancia al considerar que puede ofrecer un mejor servicio en la gestión de los aeropuertos que aquel que ofrecería la iniciativa privada. Una vez más, nuestra actual Estado del Bienestar se demuestra que no es tal, sino tan solo una quimera intervencionista que los Estados han conseguido vender a la mayoría de sus habitantes durante el último siglo.

¿Realmente hubiera sucedido esto en el caso de que hubiera existido una verdadera competencia entre aeropuertos? ¿Si el acceso a la profesión de controlador aéreo (no olvidemos que son empleados públicos) fuera completamente libre, se hubiera producido la tragedia que padecemos? Muchos intervencionistas y estatistas afirmarán que dicha tragedia hubiera sido mucho peor. En su posición late realmente un miedo ancestral a la libertad, un miedo que les lleva a pensar que es imposible que los individuos se organicen de forma espontánea y libre y consigan ofrecer a todos sus conciudadanos ese servicio digno que todos demandamos. Puede que, como en otras situaciones, vaya siendo ya hora de reconocer que el intervencionismo no funciona ni funcionará nunca. Puede que ya vaya siendo hora que cedamos el paso a la libertad.


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España: improvisación, caos y tensión – Contando Estrelas (Elentir)

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